lunes, 15 de enero de 2007

El día después de ayer

El día después de ayer

Después de que pasó el huracán Katrina, con un saldo de miles de muertos y la ciudad de New Orleáns devastada, también pasó la noticia, arrastrada por los vientos de la actualidad periodística. La prensa mundial se interesó –como siempre- por las consecuencias trágicas y no por las causas que originaron semejante fenómeno climático, lo cual demuestra, entre otras cosas la inutilidad, estupidez, complicidad e hipocresía del periodismo y los medios masivos de comunicación. El calentamiento global, producido por la irracionalidad economicista y por la sevicia gubernamental del sistema capitalista industrial, estuvo ausente a la hora de hacer críticas y comentarios en la mayoría de las bocas y plumas que abordaron el problema. Algunos criticaron al imbécil de Bush Júnior por no haber estado presente en el lugar para consolar a las víctimas o por no enviar la ayuda humanitaria necesaria; se criticó su “tardía reacción” y se hicieron paralelos con sus demoras y torpeza frente al atentado del 11 de septiembre de 2001. Tanto los opositores internos a su gobierno, como todos aquellos que detestan al asesino de la Casa Blanca criado con cereales de caja, se preguntaban: “¿cómo vas a salir de ésta George W.?” Basura, crítica basura que no ve más allá de sus narices. No se dan cuenta –o no quieren hacerlo- que se avecina el peor asesinato de la historia humana, la consumación de la gesta autodestructiva que se inició con la revolución industrial y el advenimiento del capitalismo y los estados-nación modernos. Katrina es la punta del iceberg; pero lamentablemente esta vez en el Titanic viaja no sólo la humanidad completa sino todas las especies vivientes del planeta. No pretendemos parecer pesimistas o apocalípticos: la realidad es así.

Un poco más calientes


El calentamiento global es producido por la emisión de gases que genera la actividad industrial, en especial dióxido de carbono. El aumento de la proporción de este gas en la atmósfera impide la disipación del calor solar que penetra en la Tierra, aumentando la temperatura global, generando un efecto que se conoce como retroalimentación positiva, es decir que se producen una serie de reacciones en cadena que potencian los efectos. En nuestro medio ambiente el aumento de calor produce el descongelamiento de los hielos polares -en especial los del Ártico, que en los últimos años perdieron una superficie equivalente a México- lo que eleva el nivel de las aguas y aumenta la masa oceánica, aumentando la capacidad del planeta de retener el calor. Esto trae como consecuencia una aceleración en el derretimiento de los hielos polares, es decir una retroalimentación. Además, la mayor cantidad de masa oceánica por incorporación del agua dulce contenida en los polos produce como efecto secundario la desalinización de los océanos, que llevará a una inevitable variación en el sentido y dirección de las corrientes marinas. Si la corriente del Golfo de México variara su trayectoria, el hemisferio norte sería terriblemente afectado por esta situación, ya que todo el norte de Europa, las islas Británicas, Islandia y Groenlandia sufrirían paradójicamente un descenso brusco de su temperatura, haciendo imposible la agricultura y la ganadería tal cual se la practica actualmente, convirtiéndose en regiones de un clima parecido a Alaska o Siberia. En las zonas tórridas y ecuatoriales, aumentaría la tendencia a la desertización, que ya está generando la actividad humana.
El proceso de retroalimentación es descripto como un arma de destrucción masiva por Bruce Johansen de la siguiente forma: “Los gases de combustión de las camionetas 4x4 de ayer, no resultan en la creciente temperatura de hoy, no inmediatamente. A través de un complicado ciclo de retroalimentación, los combustibles quemados hoy afectan el calentamiento de dentro de 30 a 50 años. Hoy estamos viendo temperaturas relacionadas con las emisiones de combustibles de aproximadamente 1960, cuando el consumo de combustible era mucho menor. Las emisiones de combustible de hoy, se expresarán en la atmósfera aproximadamente en el 2040. Los niveles crecientes de gases invernadero cerca de la superficie mantienen el calor allí, impidiendo el avance de la radiación a las capas más altas de la atmósfera. Al calentarse la superficie, la estratosfera se enfría. Las reacciones químicas que consumen el ozono que nos protege de las radiaciones ultravioletas se aceleran a medida que el aire se enfría. Por lo tanto, el área donde el ozono ha descendido por debajo de niveles apropiados, en la Antártida, se mantiene en un tamaño cerca del récord a pesar del hecho de que los clorofluorocarbonos, culpables de la reducción de ozono, fueron prohibidos hace más de 15 años.”

Extinción, próximo logro humano

Un cuarto de las especies que habitan el planeta se extinguirán hacia el 2050 como producto del cambio climático, sostiene Chris Thomas, profesor de Biología de la Conservación de la Universidad de Leeds (Inglaterra), y compara esta situación con extinciones como las que afectaron a la Tierra en el pasado. Lo oceanógrafos Ken Caldeira y Michael Wickett publicaron en la prestigiosa revista Nature (25-sept.-2003): "Encontramos que la absorción oceánica de CO2 , proveniente de los combustibles fósiles, puede resultar en mayores cambios de pH (acidez) durante los próximos siglos, que cualquier cambio inferido en el historial geológico de los últimos 300 millones de años, con la posible excepción de aquellos resultantes de eventos extremos e inusuales como el impacto de un asteroide o un escape catastrófico de hidrato de metano. El aumento de los niveles de dióxido de carbono en los océanos podría amenazar la salud de varios organismos marinos, comenzando con el plancton, en la base de la cadena alimenticia. "Si continuamos por el camino que estamos transitando, produciremos cambios mayores que los experimentados en los 300 millones de años pasados -con la posible excepción de eventos inusuales y extremos como el impacto de cometas". El aumento de dióxido de carbono, cuya concentración ha aumenta do un 17% desde 1958, entra a los océanos como ácido carbónico, alterando la acidez de los océanos. Esta acidez provocaría una extinción masiva de numerosas especies de plancton marino sensible a la acidez, así como los arrecifes de coral, ya que están compuestos en gran parte de su anatomía por carbonato de calcio, que se disuelve en soluciones ácidas. El solo hecho del aumento de temperatura mata al plancton, base de toda la cadena alimenticia marina: como consecuencia desaparecerán gran parte de las especies de peces que dependen todos sin excepción de que la base de la pirámide alimenticia sea lo más ancha posible. Y con ellos todos los animales que depende de una abundancia ictícola para su subsistencia: aves marinas, mamíferos marinos, cetáceos y una gran parte de la especie humana que actualmente vive gracias a la depredación oceánica.
La gran extinción que se avecina tiene puntos de contacto con la que existió al final del período Pérmico hace 250 millones de años. Esta extinción se habría producido por el calentamiento global de violentas erupciones volcánicas en Siberia cuyas emisiones de dióxido de carbono habrían aumentado la temperatura media en 6 grados, muriendo el 90% de la vida terrestre. Según el investigador Michael Benton, el efecto invernadero podría ser la causa de la extinción: “Las frías regiones polares se volvieron cálidas y la tundra se descongeló. El "derretimiento" debió penetrar en las bolsas de hidrato de metano localizadas alrededor de los océanos polares, e inmensos volúmenes de metano debieron explotar hacia la superficie de los océanos en enormes burbujas. Esta entrada extra de carbono en la atmósfera causó un mayor calentamiento, que puede haber derretido, a su vez, mayor cantidad de reservas de hidrato de metano. De esta forma el proceso continuó, cada vez más rápido. Los sistemas naturales que normalmente reducen los niveles de dióxido de carbono no pudieron operar y, eventualmente, el sistema entró en una espiral fuera de control, causando el mayor colapso en la historia de la vida". La mayoría de la vida pereció por falta de oxígeno que se redujo a un 12%, sobreviviendo solo las especies animales y vegetales que se adaptaron. Si tenemos en consideración que se supone que el calentamiento global que se avecina superaría incluso los 6 grados, la conclusión de que vamos hacia una extinción inevitable no puede ser tomada con desdén. Parece que, después de todo, dedicarse a estudiar los dinosaurios y otros fósiles tenía alguna utilidad.

Los héroes de la nulidad

Todos los políticos, empresarios, ciudadanos de bien y hombres religiosos se desviven por los grandes problemas, por las grandes victorias de la especie, por alcanzar el mañana en un mundo desarrollado y próspero. Para lograr sus metas estos héroes y benefactores se encargan de dar todos los pasos necesarios hacia un mundo que se nos presenta como espantoso. Estados Unidos ha aumentado sus emisiones de gases contaminantes y se niega a firmar convenios como el de Kyoto –de dudosa efectividad- que reducen la emisión de gases. Incluso llegan a negar que la actividad industrial sea causante del calentamiento global. Lo cierto es que aunque quisieran no podrían reducir la emisión de gases contaminantes porque afectaría a toda la actividad económica de la primer potencia mundial. Pero no debemos atribuir esta política a “la intrínseca maldad de los yanquis” como pretenden los izquierdistas obtusos y ansiosos de poder, sino a que todos los gobiernos del mundo en mayor o menos medida han contribuido a esta situación: todos los países de Tercer Mundo también se esfuerzan por industrializarse, aunque no lo hayan logrado efectivamente. ¿Para qué asumir la responsabilidad de un crimen que aún no se ha cometido? ¿Acaso se ha destruido el planeta? Actuar precautoriamente y detener la industrialización ¿no condenaría a los que ahora, en este momento sufren hambre?
En defensa de las condiciones de vida actuales se condena la vida del futuro. Esa es la respuesta a la problemática que ha generado la civilización del capital y el Estado. Los valores económicos y estratégicos han impregnado todos los estamentos sociales, incluso en la izquierda, generando una mentalidad proclive a considerar problemas como la destrucción ecológica como “tareas para después”. El hambre y las miserias actuales, la explotación, discriminación, represión y crímenes estatales no son producto del calentamiento global sino del sistema capitalista, eso está claro. Pero si no detenemos la maquinaria destructiva ahora, poco habrá para socializar en el futuro. Inundaciones, sequías y huracanes, son el precio más bajo que nos cobrará la naturaleza. El fin catastrófico por hambre de miles de millones de humanos pondrá las cosas en su lugar: se dejarán de emitir gases tóxicos, se dejarán de contaminar las aguas y finalmente se frenará la explosión demográfica. Simplemente será imposible seguir produciendo alimentos suficientes para una población humana que crece desenfrenadamente con un ecosistema en franca descomposición.
Los gobiernos y sus industriales no van a desmontar el aparato que les genera privilegios y ganancias. Si el agua escasea, será un producto comercializable. Si el aire es insano, venderán tubos de oxígeno a quien pueda pagarlos. Si los alimentos disminuyen los producirán sintéticamente. Esa parece ser la actitud que el pensamiento económico adoptará al enfrentarse a los excrementos de su propia creación. ¿Acaso no está orientada toda la educación hacia los valores que el sistema robustece? Las universidades del mundo producen miles de abogados y economistas todos los años, sin embargo los primeros no han logrado un mundo con más justicia ni respeto a los derechos humanos, y los segundos no han logrado un mundo equitativo ni próspero. Cuando se desate la peste que han contribuido a generar, ¿dónde se meterán sus títulos, honores y discursos? El conocimiento científico no solo se produce en cantidad insuficiente sino que se lo excluye de la enseñanza oficial. Esta situación llega a su punto más grotesco en los Estados Unidos, donde la teoría de la evolución de las especies y del origen del hombre -estigmatizada por atea- debe enseñarse conjuntamente con la “teoría creacionista” , un intento acientífico de explicar el origen del universo y la vida basado en la tradición bíblica, y que es sostenido políticamente por cristianos evangelistas y devotos como George Bush, mientras hasta el propio Vaticano ha debido reconocer la validez de la moderna explicación darwinista. De nada valdrán sus instituciones, privilegios y poderes cuando no puedan contener a la avalancha de hambrientos, refugiados, desposeídos, desocupados y marginales que intente desesperadamente sobrevivir.
De seis mil millones de personas que pueblan actualmente el planeta dos tercios son pobres. Pero la población aumenta y para el momento de la debacle la población duplicará la actual. Las industrias deberán producir más, los empresarios rurales generar una mayor producción de alimentos y ampliar las superficies de cultivo, en un contexto de cambio climático, calentamiento global, destrucción masiva de recursos, escasez de agua potable y desaparición de especies vegetales y animales. Y los imbéciles de todas las religiones continúan declamando contra el aborto –a esta altura un mal menor- y el uso de anticonceptivos, porque impiden y “atentan contra la vida”. Y desde el poder, llámese Vaticano, ONU, Casa Blanca o Comunidad Europea, no se puede alegar ignorancia. Más aún después de un informe del Pentágono que se filtró a través del periódico británico “The Observer”, restringiera el plazo del desastre ambiental a menos de una década, es decir, que Inglaterra vivirá un invierno siberiano permanente hacia el 2020 y todas las regiones del mundo con costas bajas serán inundadas, en especial, Holanda. La tropicalización del clima arrasará con todos los cultivos de cereales (maíz, trigo), aptos para un clima más templado. La solución que vislumbran: el cultivo de soja, mucho más resistente a los avatares climáticos. O sea que dependeremos más aún de un solo tipo de alimento; la soja será propiamente el monocultivo del futuro, con todas las desgracias que acarrearía un cultivo degradador del suelo como pocos plantado por doquier.
El problema que se nos presenta es qué hacer para frenar esta situación. No solo los gobiernos eluden el tema sino también el ciudadano medio. Las expresiones de disgusto siempre aparecen cuando se habla de la destrucción de la ecología, pero se quedan allí: a seguir produciendo para satisfacer las necesidades del presente. ¿Qué obrero defendería la necesidad de desmontar la fábrica en que trabaja cuando la estabilidad laboral se ha convertido en una mezquina panacea? Los medios de comunicación, la televisión especialmente, podrían tener un papel determinante en crear conciencia sobre la situación que se avecina, pero la lógica comercial hace que temáticas de bajo rating no se incluyan en la programación; conclusión: si la audiencia prefiere los programas dedicados al entretenimiento, ¿por qué imponer antidemocráticamente aquello que no le interesa? La complicidad de un Tinelli, una Susana Giménez o de cualquier gerente de programación de TV abierta no es menor que la de los industriales que contaminan unos producen la basura, los otros la esconden bajo la alfombra.
Los abogados y economistas seguirán haciendo negocios con sus demandas por contaminación y comercializarán productos etiquetados como “verdes”. Los gobiernos fomentarán micro emprendimientos que utilicen técnicas “no agresivas” al ecosistema. Los posmodernos agitarán el fantasma de la ciencia cómplice del sistema desde sus cómodas poltronas intelectuales y los adalides de la “new age” (nueva era) festejarán la escasez de carne y los cursos de cocina ecológica y dietética que pulularán por la clase media espiritualizada. La culpabilidad tiene diversos niveles y nadie se salva, por error u omisión. Los animalistas ponen el énfasis en la compasión solidaria animal y los primitivistas atribuyen la culpa a la cultura humana y a la tecnología, cualquiera sea ésta (lo cual es de una estupidez supina, por cierto). Los movimientos ecologistas olvidan la problemática social y los movimientos sociales desdeñan la problemática ecológica. Es solo cuestión de tiempo.
El problema no es la ni ciencia ni la tecnología, sino el uso que se hace de ellas. La teoría de la relatividad no fue concebida por Einstein para que se pueda construir una bomba atómica con más facilidad ni la teoría evolucionista para demostrar la inferioridad de los negros, sudacas, obreros y mujeres. Descifrar el código genético no implicaba la proliferación de transgénicos. De ser así deberíamos quemar todos las bibliotecas del mundo, hacer trizas todo el conocimiento de siglos y volver a sumergirnos en la oscura edad media inquisitorial, escondernos tras las sotanas de los frailes y esperar aterrorizados el Apocalipsis. O destruimos el sistema capitalista, o el sistema destruirá nuestro mundo y con ellos a nosotros. Hagamos lo que hagamos, los anarquistas debemos estar preparados para actuar. Incorporar la problemática de la destrucción ambiental no implica desviar fuerzas ni cambiar de antagonistas, no es una sugerencia a abandonar la lucha social sino a incrementarla: solo debemos ampliar aún un poco más el abanico de nuestros enemigos.
P. Rossineri




APENDICE

Alimentando al Mundo bajo el Cambio Climático

El cambio climático ya es una realidad
El cambio climático es en gran medida el problema más desalentador que la humanidad jamás haya enfrentado. El panel intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) en su último informe avizora un cambio en la temperatura de hasta 5.8 grados para este siglo. Sin embargo, el IPCC no tomó en cuenta una serie de factores críticos incluyendo la aniquilación de nuestros bosques tropicales y de otra vegetación. Éstos contienen seiscientos mil millones de toneladas de carbono - casi lo que está en la atmósfera- de las cuales gran parte probablemente será emitida en las décadas próximas por las actividades cada vez más descontroladas de las grandes compañías madereras. El director general del Programa para el Ambiente de las Naciones Unidas indicó recientemente que solo un milagro podría salvar a los últimos bosques tropicales del mundo. El IPCC tampoco considera el daño terrible perpetrado por la agricultura industrial moderna con sus máquinas y arsenales enormes de agrotóxicos en los suelos del planeta. Nuestros suelos contienen mil seiscientos billones de toneladas de carbono, más del doble contenido en la atmósfera. Gran parte de este carbono será emitido en las próximas décadas; a menos que haya una reconversión rápida hacia prácticas agrícolas sostenibles y orgánicas. El Centro Hadley de la Organización Meteorológica Británica, por el contrario, ha tomado en cuenta éstos y otros factores dentro de sus modelos más recientes, y ha concluido que la temperatura media mundial aumentará en hasta 8.8 grados en este siglo.
Otros climatólogos, que incluyen factores a menudo omitidos, son más trágicos. El IPCC dice que podemos esperar un aumento considerable de olas de calor, tormentas, inundaciones, y la diseminación de enfermedades tropicales en áreas templadas, afectando la salud de seres humanos, ganado y cultivos. También predice un aumento en el nivel del mar hasta ochenta ocho centímetros en este siglo, afectando (por la intrusión del agua marina en los suelos subyacentes de las tierras cultivables y también por inundaciones temporales y permanentes) cerca del 30% de las regiones agrícolas del mundo. Si el Centro Hadley está en lo correcto, las implicaciones serán más devastadoras. El descongelamiento de las capas de hielo de la Antártida, del ártico, y particularmente, de Groenlandia ocurrirán más rápido de lo predicho por el IPCC. Esto reduciría la salinidad de los océanos, que a su vez debilitaría, si es que no las desvía por completo, a las corrientes marinas, tales como la corriente del Golfo, de su actual curso. Y si eso continúa, eventualmente congelaría las áreas que actualmente gozan de un clima templado, como el norte de Europa .
De hecho, es irónico que el calentamiento global pueda ocasionar congelamiento local o regional. Por si fuera poco, tenemos que tomar en cuenta que si paráramos mañana el consumo de combustibles fósiles, nuestro planeta continuaría calentándose, por lo menos, 150 años más, a causa del tiempo de permanencia del dióxido de carbono, el gas más importante del efecto invernadero en la atmósfera, mientras que los océanos continuarán calentándose, por lo menos, por unos mil años más. Todo lo que podemos hacer es tomar aquellas medidas - y se requieren las más dramáticas para retrasar el proceso de calentamiento - de modo que cuando nuestro clima eventualmente se estabilice, nuestro planeta permanezca, por lo menos, habitable. El cambio climático está sucediendo más rápido de lo predicho. Esto se está haciendo evidente, entre otras cosas, por las sequías prolongadas en muchas partes del mundo. Cuatro años de sequía en gran parte de África ha ocasionado que de treinta a cuarenta millones de personas padezcan hambre. Al mismo tiempo, se darán varias sequías en los principales centros de cultivos básicos del mundo: el cinturón de maíz americano, las estepas canadienses, y el cinturón australiano de trigo reducirán notablemente las exportaciones de cereales. Todo esto es el resultado de un aumento de no más de 0.7 grados en la temperatura global. ¿Cómo serán las cosas cuando tengamos que producir nuestros alimentos en un mundo cuya temperatura media ha aumentado en 2 o 3 grados, sin llegar a los 5 - 8 grados como se nos ha dicho sucederá a fines de este siglo?
Emisiones de óxido nitroso y metano
Cada vez es más claro que el cambio climático y sus diversas manifestaciones mencionadas arriba serán los desafíos más importantes para nuestra capacidad de alimentarnos en las próximas décadas. La agricultura industrial moderna por su misma naturaleza contribuye enormemente a los gases causantes del efecto invernadero. Actualmente, es responsable del 25% de las emisiones del bióxido de carbono del mundo, del 60% de las emisiones de gas metano y del 80% de óxido nitroso, todos ellos poderosos gases del efecto invernadero. El óxido nitroso se genera por la acción de las bacterias desnitrificadoras cuando la tierra es convertida en campos agrícolas. Cuando los bosques tropicales son transformados a pastizales, las emisiones de óxido nitroso aumentan el triple. Es decir, la transformación de la tierra está conduciendo a la emisión de medio millón de toneladas al año de nitrógeno en forma de óxido nitroso. El óxido nitroso es 310 veces más potente que el bióxido de carbono como gas del efecto invernadero, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, aunque las concentraciones atmosféricas del óxido nitroso son afortunadamente menos que una milésima que las del bióxido de carbono - 0.31ppm (partes por millón) comparados con 365 ppm.
Los fertilizantes nitrogenados son otra fuente importante de óxido nitroso. Alrededor de 70 millones de toneladas de nitrógeno al año son aplicadas a los cultivos y contribuyen casi con el 10% de las 22 millones de toneladas de óxido nitroso, que son emitidas anualmente. Con el aumento sustancial de las aplicaciones de fertilizantes, especialmente en los países en vías de desarrollo, las emisiones de óxido nitroso debido a la agricultura podrían duplicarse en los próximos 30 años. En los Países Bajos, que tienen la agricultura más intensiva del mundo, casi 580 kilogramos por hectárea de nitrógeno en forma de nitratos o sales del amonio son aplicados cada año como fertilizantes y, por lo menos, el 10% de ese nitrógeno va directamente a la atmósfera, sea como amoníaco u óxido nitroso. El crecimiento de la agricultura también está aumentando las emisiones de metano. En las últimas décadas, ha habido un aumento substancial en la cantidad de ganado - vacuno en particular - en gran parte, como resultado, de la conversión de los bosques tropicales en pastizales. El ganado emite grandes cantidades de metano y la destrucción de los bosques para su reproducción también está contribuyendo al aumento en las emisiones de dos de los gases más importantes del efecto invernadero. A nivel mundial, las emisiones de metano producido por el ganado ascienden a unos 70 millones de toneladas. Con métodos modernos de producción, el ganado es alimentado cada vez más con una dieta rica en proteínas, especialmente cuando son alimentados con forrajes. Tales ganados emiten considerablemente más gas metano que los alimentados con hierba. Incluso la fertilización de prados con compuestos nitrogenados puede disminuir la captación de metano por parte de las bacterias y aumentar la producción de óxido nitroso, elevando en consecuencia las concentraciones atmosféricas de ambos gases.
La expansión de los arrozales también ha aumentado seriamente las emisiones de metano. El arroz cultivado con agua lluvia produce mucho menos metano que el arroz cultivado con fertilizantes nitrogenados.
La Agricultura Industrial es alta consumidora de energía
Los componentes más consumidores de energía de la agricultura industrial moderna son la producción de fertilizantes nitrogenados, la maquinaria agrícola y la irrigación con bombas. Estos contabilizan más del 90% de la energía usada directa o indirectamente en la agricultura y todos son esenciales para ella. Las emisiones de carbono a partir de la quema de combustibles fósiles para actividades agrícolas en Inglaterra y Alemania eran de 0.046 y 0.053 toneladas por hectárea, comparadas con solo las 0.007 toneladas de los sistemas agrícolas no mecanizados, es decir, siete veces más bajo. Esto concuerda con lo estimado por Pretty and Ball, que para producir una tonelada de cereales o vegetales usando la agricultura moderna requiere de 6 a 10 veces más energía que empleando métodos agrícolas sustentables. Se puede argumentar que un cambio hacia fuentes de energía renovables tales como energía eólica, solar o células de combustible evitarán tener que reducir el consumo de energía para proteger nuestro clima. Sin embargo, esta sustitución necesaria tomaría décadas; cerca de 50 años según algunos cálculos. Se requiere una reducción radical de las emisiones de gases ahora si tomamos en serio las predicciones del Centro Hadley de que el aumento en la temperatura en los próximos 30 años comenzará a transformar nuestros principales sumideros de dióxido de carbono y metano - bosques, océanos y suelos - en fuentes. Si eso ocurre, entraremos en un proceso irreversible de una reacción en cadena hacia temperaturas más elevadas e inestabilidad climática.
Agricultura sustentable: un asunto de urgencia
Debemos desarrollar un sistema agrícola que no ocasione estos terribles problemas y que además ayuden a revitalizar y reconstruir nuestros suelos. Dicho sistema agrícola tendría mucho en común con aquellos practicados por nuestros ancestros y que todavía son utilizados por algunas comunidades en ciertas partes remotas del Tercer Mundo.
Pueden ser "poco rentables" dentro del contexto de una sociedad industrial cortoplacista y aberrante, pero son los únicos diseñados para alimentar localmente a las personas de una manera realmente sustentable. Significativamente, las autoridades más respetadas en agricultura sustentable, entre ellos Jules Pretty y Miguel Altieri, utilizan el término "agricultura sostenible" como sinónimo de "agricultura tradicional". Si la agricultura tradicional es la solución para alimentar a las personas bajo el cambio climático, uno se podría preguntar por qué los gobiernos y las agencias internacionales son tan empecinados en evitar que las comunidades tradicionales practiquen y sustituyan la agricultura industrial moderna en sus tierras.
La respuesta es que la agricultura tradicional no es compatible con el proceso de desarrollo que los países desarrollados están imponiendo a los países del Tercer Mundo, menos aún con la economía global, y mucho menos con los intereses inmediatos de las corporaciones transnacionales que controlan todo. Que esto sea así queda claro a partir de los siguientes dos reportes del Banco Mundial. En el primero, sobre desarrollo en Papua-Nueva Guinea, el Banco Mundial admite que "una característica de la agricultura de subsistencia de Papua Nueva Guinea es su riqueza relativa".
De hecho, "la generosidad de la naturaleza del país produce lo suficiente para alimentar con un esfuerzo relativamente bajo". ¿Por qué entonces cambiarlo? La respuesta está clara, "Hasta que los campesinos de subsistencia cambien sus formas de vida tradicionales por el aumento de nuevos patrones de consumo, la reducción de fuentes de empleo hará que sea difícil introducir nuevos cultivos", por ejemplo, aquellos requeridos para producción a gran escala para la exportación.
No obstante, en el informe Berg del Banco Mundial se reconoce que los pequeños agricultores son administradores excepcionales de sus propios recursos "de su tierra y capital, fertilizantes y agua". Y también se reconoce que el dominio de este tipo de agricultura de subsistencia "presenta obstáculos para el desarrollo agrícola". Los campesinos tienen que ser inducidos a producir para el mercado, adoptar nuevos cultivos y asumir nuevos riesgos".
La agricultura industrial está de salida
Nos guste o no, la agricultura industrial moderna está de salida. Es un hecho que cada vez es menos eficiente. Ahora los beneficios por el uso de fertilizantes están disminuyendo. La Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura de los Naciones Unidas (FAO) admitió en 1997 que la producción de trigo en México y EE.UU. no mostró ningún aumento en 13 años. En 1999, la producción mundial de trigo bajó por segundo año consecutivo a cerca de 589 millones de toneladas, un 2% menos desde 1998. Los fertilizantes son demasiado costosos y como McKenney lo explica, "la salud biológica de los suelos está siendo afectada por la ambición desmedida de una fertilidad rápida y fácil, comprometiendo la productividad y los fertilizantes son cada vez menos efectivos". Las malas hierbas, los hongos, los insectos y otras plagas son asombrosamente adaptables. Quinientas especies de insectos ya han desarrollado resistencia genética a los pesticidas, al igual que 150 enfermedades vegetales, 133 clases de malas hierbas y 70 especies de hongos. La reacción es aplicar aún más venenos más costosos y poderosos, cuyo costo anual en EE.UU. asciende a 8 billones de dólares sin contar con el costo de aplicarlos en la tierra. Los agricultores están perdiendo la batalla, las plagas están sobreviviendo al impacto químico pero los campesinos no. Más y más agricultores están abandonando sus tierras, y la situación seguramente empeorará. Estamos siendo testigos de la introducción forzada de cultivos genéticamente modificados por parte de las agencias internacionales en contubernio con los gobiernos nacionales, como resultado del masivo cabildeo de una industria biotecnológica cada vez más poderosa. Los cultivos transgénicos, al contrario de lo que nos dicen, no aumentan la producción. Requieren más insumos incluyendo más herbicidas, cuyo uso se supone iba a reducirse drásticamente al igual que el agua de riego. También, la ciencia sobre la cual están basados está seriamente cuestionada. Nadie sabe con certeza cuáles serán las consecuencias inesperadas de introducir, por una técnica muy rudimentaria, un gen específico en el genoma de una criatura totalmente diferente. Las sorpresas están a la espera y algunas podrían causar graves problemas de diversa índole.
* Extractado de Red por una América Libre de Transgénicos - Boletín 113Este artículo puede encontrarse en la página web de I-SIS en:
http://www.i-sis.org.uk/FTWUCC.php

No hay comentarios: