Dialogando en el bar: el chino Chinchulín y la bomba norcoreana.
Chinchulín: Uy, ahí viene el Opus Nigrum, ese reaccionario. Es un pequeño burgués asustado.
Mangu: Bueno, viejo, es amigo tuyo, un típico psicobolche.
Opus: Hola, chicos, todo bien por aquí.
Mangu: Y… hasta ahora venía bien. Estábamos hablando un poco de política con tu amiguito el Chinchulín, aunque nunca nos ponemos de acuerdo, para variar. El tipo anda defendiendo la política nuclear de Corea del Norte.
Opus: Bueno, sin ser marxista leninista creo que todo lo que se oponga a los yanquis siempre tiene algo de positivo. Aunque no me guste, ¡aguanten Bin Laden, Saddam, Chávez y los coreanos!
Chinchulín: Siendo marxista leninista, siempre voy a apoyar un Estado Obrero, aunque se haya burocratizado, contra el imperialismo. Las pruebas armamentistas de Corea son en legítima defensa frente a las amenazas de los Estados Unidos. Y lo mismo vale para el caso de Irán, que no tiene nada de revolucionario, pero es un régimen que sabe que la única posibilidad que tiene para sobrevivir frente a los yanquis es la disuasión nuclear.
Mangu: Sí, noté que era un Estado obrero. Es un Estado policíaco y represor como cualquier otro, y los obreros que viven ahí son tan explotados como los de cualquier país: los roban, los hambrean y cuando se salen del molde, los reprimen. Esa es la esencia de todo Estado, aunque le adosen el calificativo de obrero, revolucionario o democrático.
Opus: A mí me parece que el problema es que no pueden decidir por sí mismos en elecciones democráticas si realmente quieren la bomba. Si pudieran decidir el comunismo sería perfecto.
Chinchulín: El comunismo tiende a la perfección, pero el camino es largo y hay que bancarse las etapas que la dirigencia revolucionaria irá sorteando. El problema es que hay algunos que no soportan que haya gobiernos que no se rindan frente al imperialismo. Nunca un país se debe desarmar frente a los yanquis, sino miren lo que le pasó a Saddam. A los yanquis lo único que les interesa es apropiarse de nuestros recursos y abusarse con sus multinacionales de la política entreguista de nuestros gobiernos. Es una legítima defensa lo que hace Corea.
Mangu: Vos Opus, seguí poniendo la urna que te la van a llenar de votos. ¿Por qué no hacés un plebiscito para ver si los norcoreanos están de acuerdo con los campos de concentración? Capaz que les gusta. Y vos, Chinchulín, te considerarás muy revolucionario, internacionalista, trosco, maoísta, estalinista o guevarista, pero lo que se te olvidó es que sos un nacionalista que reemplazó la visión revolucionaria de la cuestión social por el estudio de la geopolítica internacional. Los que pensaban como vos en 1940, apoyaron a Hitler porque había pactado con Stalin y estaba en guerra con el “imperialismo inglés”, como si las ambiciones de los rusos y los alemanes no anduvieran por carriles parecidos. La razón de Estado se impone siempre. Si para enfrentarse al enemigo hay que convertirse en su reflejo, para ustedes está todo bien. A la izquierda hace rato que ya no le funciona la brújula, y cuando creen que van en una dirección, van en el sentido contrario.
Opus: No es que crea que las elecciones sean la panacea. Pero creo en la libertad de expresión y que alguien tiene que llevar las riendas en la sociedad. Mi modelo es Suiza, sin capitalismo. La voluntad general debe mandar, y si decide tener armas nucleares y hacer un uso racional para defender los intereses del país, me parece correcto. Si quieren tener armas nucleares, por lo menos que haya democracia y el pueblo pueda expresarse, para declararse en contra o para controlar lo que se hace con ellas.
Chichulín: La revolución es la única salida y los gradualismo pacifistas como los tuyos terminan con un Pinochet en el poder. ¡Nada de democracia. Dictadura proletaria! El poder a los obreros y al Partido de la Revolución, obviamente marxista y leninista. Lo demás son utopías y divagues anarquistas o pequeño burgueses. No solo tienen derecho a defenderse, sino que están obligados a proteger los logros socialistas y preservar la paz en la península coreana. Han optado por el único camino que entiende el imperialismo: la disuasión nuclear. Viva la república Popular de Corea y abajo el imperialismo.
Mangu: Aflojá con las consignas. Apoyan a Chávez como si fuera verdad lo de la revolución bolivariana, que se sostiene con el petróleo que les vende a los yanquis. Apoyaron a Saddam, que se encargó de eliminar a todos los revolucionarios posibles, incluso marxistas. Apoyan a Irán, que siempre fue enemigo de Irak, pero que es enemigo de los yanquis, lo cual los santifica frente a sus materialistas ojos ateos. Apoyan a Fidel y a su socialismo playero, al cocalero Evo Morales y a Mongo Aurelio mientras que no les guste a los yanquis caretas. Pero siempre terminan anteponiendo intereses estratégicos de Estado frente a la supervivencia de la especie. No importa que se arme un holocausto nuclear con tal de que se mueran todos los imperialistas. No importa que en el socialismo haya una clase que vive a todo lujo mientras el resto se muere de hambre y tenga un poder de decisión sobre su futuro igual al de un condenado a muerte. Claro, me olvidaba que para Lenin la libertad es un prejuicio pequeño burgués.
Opus: Es muy difícil saber que hay de cierto en uno de los países donde más cuesta entrar y la prensa responde al gobierno, pero no creo en las historias que cuentan del líder norcoreano en los medios; parecen más propias de un personaje de una película clase B que de un dirigente verdadero: que come langosta con palillos de plata, que se abochorna de su escasa altura y lleva plataformas en los zapatos, que le encanta ver cine de Hollywood en inglés pero no entiende una goma del idioma, que se quiere voltear a todas las minas, qué se yo. La cuestión es que me parece que los yanquis le tienen un poco de miedo.
Mangu: ¿Importa lo que le gusta o haga? Si todos los comunistas en el poder hicieron siempre lo mismo. Te creés que Lenin comía pan duro enmohecido o que Mao comía arroz integral con sal. Lo que importa es la ausencia total de libertad y la anulación de los individuos. Vos ves en la televisión las imágenes de los coreanos marchando todos al mismo paso, desfilando todos al mismo ritmo, todos igualitos, vestiditos de gris, sin una sonrisa, sin una queja, todo en orden, ni un papel en el piso, todo detenido en el tiempo, estático, robótico, inhumano. El error está excluido, la duda desterrada. Esto es para los norcoreanos, estalinistas y maoístas la verdadera cultura proletaria. Me parece que en vez de proletaria es la cultura del cuartel o la comisaría. Y me importa un cuerno cómo vivan los dirigentes comunistas: sí me importa que son parte de una clase que a través del Estado reprime al pueblo y defiende sus privilegios, no tan diferentes a los de los capitalistas. Y que no piensan en términos de opresores contra oprimidos, o de explotadores contra explotados, sino de Estados contra Estados o de Policía Revolucionaria contra súbditos del Partido.
Chinchulín: No entendés, la estrategia de los norcoreanos es sentarse a dialogar con las armas sobre la mesa. Si tienen armas nucleares, los yanquis se tienen que sentar a negociar, porque es mucho lo que se puede perder. Te imaginás si le tiran una bombita a Japón o a Corea del Sur. O se arriesgan a que los norcoreanos revendan alguna para el terrorismo árabe. No, loco, los norteamericanos van a negociar; un poco van a tener que perder. La guerra no les importa mientras no les toque a ellos, sino mirá como les afectó lo de las torres gemelas. Y una vez que el imperialismo retroceda, las posibilidades de instaurar gobiernos revolucionarios se va a hacer más viable, ahora que ya no está la Unión Soviética. Y decí que está China, sino andaríamos todos hablando en inglés.
Mangu: Sí, en el fondo el problema es que se quedaron sin el faro derecho de la revolución y el faro izquierdo, más que iluminar oscurece. China es tan capitalista como puede. Si no lo es más es porque la clase dirigente no quiere perder su status. Rusia es un recuerdo, Cuba un fantoche. A lo único que aspiran es a que el imperialismo pierda fuerza para -si tienen la suerte de acceder al poder por elecciones- que se les permita terminar su período de gobierno. Pero, una vez que le sientan el gustito a la democracia, sabés como van a transar.
Opus: Bueno, por lo menos no me vas a decir que los yanquis son iguales o preferibles a los coreanos, los chinos o los cubanos. Yo siempre simpatizo con el más débil.
Chinchulín: En eso estoy de acuerdo. Vos, Mangu, le terminás haciendo el juego a los poderosos. Por eso siempre los anarquistas le hacen el juego a la derecha y al imperialismo.
Mangu: Izquierda y derecha son dos expresiones que asume la política represora del Estado. Y como el Estado es el enemigo de la libertad, la igualdad y la solidaridad entre los pueblos, no soy ni derecha ni de izquierda. Ustedes dicen simpatizar con los menos poderosos: Saddam, Castro o el Rey Mongo III que quiere la bomba nuclear. En realidad siempre simpatizan con el poder del Estado, la diferencia es que les gustan más los Estados insuficientes de recursos para dominar al resto del planeta. Como decía Bakunin, el fin de todo Estado es la conquista, aunque sea la república de San Marino o el Principado de Mónaco. Ustedes quieren hacer la revolución social con armas nucleares o biológicas, o negociar con el imperialismo con su mismo lenguaje. Para ustedes, a eso se reduce una revolución. De tirar gobiernos abajo, mejor no hablar: es mejor negociar, la estrategia y la táctica, la verdad iluminada del Partido. Bueno, mejor me voy, que en cualquier momento me hacen un “tribunal revolucionario” y me mandan a trabajos forzados a un campo de concentración bajo la acusación de “infantilismo revolucionario”.
El Manguruyú
martes, 16 de enero de 2007
Pluralidades y afinidades del anarquismo
Pluralidades y afinidades del anarquismo
¿Cuántas clases de anarquismo hay? ¿Existen muchos anarquismos esencialmente diferentes entre sí o son tendencias dentro de un mismo movimiento? Hay quien sostiene que existen tantos anarquismos como anarquistas, frase que no dice mucho si consideramos que todos los individuos son diferentes entre sí e irrepetibles; lo mismo se podría decir de cualquier otra ideología. Lo cierto es que el anarquismo no tiene una uniformidad ideológica, no existe homogeneidad. Esto no implica que sea incoherente o sufra de una falta de equilibrio ideológico, sino más bien la ausencia de dogmatismos y la capacidad para responder de formas diversas a las problemáticas que se enfrenta. No obstante existe un fondo común, una base común a todas estas expresiones, que es lo que las define como anarquistas. En este sentido se puede sostener la existencia de un anarquismo único, pero heterogéneo, con variaciones o tendencias que comparten un fundamento. Lejos de carecer de solidez, esto conforma un movimiento que se expresa dinámicamente en la vida social, que es capaz de evolucionar sin perder su identidad y de adaptarse a realidades múltiples.
El anarquismo presentó a lo largo de su historia algunas tendencias diferenciadas, como los diferentes encares que tuvieron la FORA en Argentina y la CNT en España frente al sindicalismo y al movimiento obrero. Existieron diferencias mucho más profundas entre individualistas y organizacionistas, pero sin negar el carácter anarquista de la discusión. En este sentido, el anarquismo se nos presenta como un árbol con diversas ramas nutridas por una raíz común. Esta raíz estaría dada por los principios, esas ideas-elemento que conforman la esencia del anarquismo. Si algunos de estos principios se suprimen, se destruye la esencia, la identidad anarquista. Entonces convendría que puntualicemos algunos de los principios que dan identidad al anarquismo.
En primer lugar el anarquismo es antijerárquico. Es decir, que el anarquismo es incompatible con una organización de tipo jerárquico, en la que unos deciden y dan las órdenes, y otros las obedecen y ejecutan. La forma de organización jerárquica moderna más influyente y poderosa es el Estado. El Estado es una estructura de carácter político social cuya función principal es la de gobernar, gestionar el poder político. Aunque no es su única función – también cumple funciones empresariales, educativas, represivas, etc.- su razón de ser se encuentra en el principio de gobierno. Existen otras formas de gobernar diferentes al Estado, como lo son las jefaturas, los patriarcados, señoríos feudales, cacicazgos y otras formas de poder político que son de menor envergadura pero mantienen una estructura jerárquica. Un reyezuelo o un caudillo de una sociedad preestatal son los dueños del poder político de sus aldeas o comunidades, y se diferencian de los presidentes, monarcas y senadores sólo por cuestiones de magnitud. En este sentido diferenciamos el término poder -siempre referido a relaciones entre dominadores y dominados- del término autoridad –que puede referirse al ejercicio del mando o gobierno, pero también a legitimidad, facultad, prestigio, calidad o competencia en determinada materia. Cuando el concepto de jerarquía coincide con el de autoridad, se transforman ambos en poder, ya sea éste político, religioso, policial o como se lo denomine. El anarquismo no se define solamente como antiestatal sino mejor como antijerárquico o contrario a toda forma de poder. Contra el principio de jerarquía se postula el principio de libertad.
En segundo lugar decimos que el anarquismo es autogestionario, es decir que en una sociedad anarquista sus integrantes no delegan en nadie sus decisiones sino que las toman ellos mismos. En la autogestión no pueden darse formas jerárquicas ni de poder, tanto en lo económico como en lo político. No existe un centro del cual emanan las decisiones sino muchos centros cuyos integrantes discuten y deciden sobre sus propias vidas. No existen jefes ni mandatarios sino que impera la igualdad total. De esta forma un colectivo humano, una comunidad o cualquier forma de asociación actuarán según la voluntad de sus integrantes, respetando a los sectores minoritarios que disientan. Un conjunto no es una entidad superior a cada uno de sus integrantes, así como los individuos no se imponen al conjunto. Tanto la autonomía de las organizaciones como la de las personas son respetadas.
Pero la autogestión no se refiere únicamente a la toma de decisiones sino a la propiedad de los medios de producción. No hay autogestión posible si subsiste la propiedad privada de los medios de producción (la tierra, maquinarias y herramientas). Si así fuese no quedarían suprimidos los fundamentos de la explotación, es decir, el beneficio que el dueño de los medios de producción obtiene al extraer la plusvalía – o ganancia del patrón- para sí, en detrimento de quienes trabajan. El comunismo anarquista se basa en la máxima de que cada cual contribuye según su capacidad y a cada cual se lo retribuye según su necesidad. El salario como forma retributiva queda eliminado. Aunque sobre éste punto ha habido diversidad de opiniones – colectivismo, anarco-comunismo y formas mixtas- la posición fuerte de los anarquistas es con respecto a la colectivización de los medios de producción, la construcción de una economía racional, una producción social y una ética basada en el apoyo mutuo y la solidaridad.
En tercer lugar, el anarquismo es federalista. La forma de organización federal es el medio por el cual las diversas comunidades o colectivos que conforman el conjunto anarquista se conectan, articulan, relacionan y comunican. El federalismo evita la aparición del poder por separado del pueblo. Su máxima el la descentralización en unidades menores que conforman conjuntos articulados a través de canales de discusión, participación, decisión y ejecución. Las decisiones se toman en la base por asambleas y son transmitidas por delegados con mandato expreso a los organismos en los cuales se conjugan las diferentes opiniones. Los delegados no tienen poder de resolución: su función es la de portavoz. En ocasiones los delegados pueden llevar de vuelta a sus asambleas las diversas posiciones para rediscutir los temas en discordancia y volver a presentar en el cuerpo federal de delegados las posturas adoptadas. Además los delegados deben ser revocables y rotativos, para asegurar un funcionamiento autogestionario. El sistema federal funciona entonces como una red descentralizada para coordinar las diferentes asambleas.
Un cuarto punto que debemos mencionar está relacionado con los tres anteriormente expresados: la acción directa. El enfrentamiento con el orden social existente no se lleva a través de la mediación de los partidos políticos o de la participación en grupos o instituciones del poder. El enfrentamiento es sin mediación, con acción directa. Esta es lo contrario de la acción política, en lo que se refiere a participar del poder. Tradicionalmente los anarquistas despreciaron la política, entendida como partidos y parlamento, como una forma de progresar hacia la sociedad libertaria y comunista. El anarquismo sólo es tal si es revolucionario, es decir, si intenta sustituir el orden capitalista, estatal y jerárquico generador de la opresión y la explotación por una sociedad igualitaria, libre, solidaria, dentro de los principios del socialismo libertario. La participación en grupos de poder –estén o no regenteados por el Estado- es una contradicción con los objetivos de acabar con el poder político: los fines deben ser coherentes con los medios para evitar “dictaduras revolucionarias”. La acción directa no significa – como a veces se supone- acción violenta, sino acción no mediada (sea violenta o no). De este modo, toda forma de “Poder Popular”, reformismo, electoralismo y participacionismo – en el fondo eufemismos de colaboracionismo- son una negación de la acción directa, la autogestión y, por ende, del anarquismo.
Estos principios que conforman al anarquismo –libertario (antijerárquico), autogestionario, federal y revolucionario (acción directa)- son parte de un conjunto mayor de principios entre los que podemos mencionar los más generales de libertad, igualdad, solidaridad y socialismo. Dentro de estos principios -el esqueleto del anarquismo- lo que existen son tendencias, ya se llamen anarcosindicalismo, insurrecionalismo, comunismo anárquico, anarco colectivismo, anarco individualismo, consejismo anarquista o como se pretenda. Los anarquistas, más allá de tendencias y heterogeneidades somos anarquistas a secas.
P. Rossineri
¿Cuántas clases de anarquismo hay? ¿Existen muchos anarquismos esencialmente diferentes entre sí o son tendencias dentro de un mismo movimiento? Hay quien sostiene que existen tantos anarquismos como anarquistas, frase que no dice mucho si consideramos que todos los individuos son diferentes entre sí e irrepetibles; lo mismo se podría decir de cualquier otra ideología. Lo cierto es que el anarquismo no tiene una uniformidad ideológica, no existe homogeneidad. Esto no implica que sea incoherente o sufra de una falta de equilibrio ideológico, sino más bien la ausencia de dogmatismos y la capacidad para responder de formas diversas a las problemáticas que se enfrenta. No obstante existe un fondo común, una base común a todas estas expresiones, que es lo que las define como anarquistas. En este sentido se puede sostener la existencia de un anarquismo único, pero heterogéneo, con variaciones o tendencias que comparten un fundamento. Lejos de carecer de solidez, esto conforma un movimiento que se expresa dinámicamente en la vida social, que es capaz de evolucionar sin perder su identidad y de adaptarse a realidades múltiples.
El anarquismo presentó a lo largo de su historia algunas tendencias diferenciadas, como los diferentes encares que tuvieron la FORA en Argentina y la CNT en España frente al sindicalismo y al movimiento obrero. Existieron diferencias mucho más profundas entre individualistas y organizacionistas, pero sin negar el carácter anarquista de la discusión. En este sentido, el anarquismo se nos presenta como un árbol con diversas ramas nutridas por una raíz común. Esta raíz estaría dada por los principios, esas ideas-elemento que conforman la esencia del anarquismo. Si algunos de estos principios se suprimen, se destruye la esencia, la identidad anarquista. Entonces convendría que puntualicemos algunos de los principios que dan identidad al anarquismo.
En primer lugar el anarquismo es antijerárquico. Es decir, que el anarquismo es incompatible con una organización de tipo jerárquico, en la que unos deciden y dan las órdenes, y otros las obedecen y ejecutan. La forma de organización jerárquica moderna más influyente y poderosa es el Estado. El Estado es una estructura de carácter político social cuya función principal es la de gobernar, gestionar el poder político. Aunque no es su única función – también cumple funciones empresariales, educativas, represivas, etc.- su razón de ser se encuentra en el principio de gobierno. Existen otras formas de gobernar diferentes al Estado, como lo son las jefaturas, los patriarcados, señoríos feudales, cacicazgos y otras formas de poder político que son de menor envergadura pero mantienen una estructura jerárquica. Un reyezuelo o un caudillo de una sociedad preestatal son los dueños del poder político de sus aldeas o comunidades, y se diferencian de los presidentes, monarcas y senadores sólo por cuestiones de magnitud. En este sentido diferenciamos el término poder -siempre referido a relaciones entre dominadores y dominados- del término autoridad –que puede referirse al ejercicio del mando o gobierno, pero también a legitimidad, facultad, prestigio, calidad o competencia en determinada materia. Cuando el concepto de jerarquía coincide con el de autoridad, se transforman ambos en poder, ya sea éste político, religioso, policial o como se lo denomine. El anarquismo no se define solamente como antiestatal sino mejor como antijerárquico o contrario a toda forma de poder. Contra el principio de jerarquía se postula el principio de libertad.
En segundo lugar decimos que el anarquismo es autogestionario, es decir que en una sociedad anarquista sus integrantes no delegan en nadie sus decisiones sino que las toman ellos mismos. En la autogestión no pueden darse formas jerárquicas ni de poder, tanto en lo económico como en lo político. No existe un centro del cual emanan las decisiones sino muchos centros cuyos integrantes discuten y deciden sobre sus propias vidas. No existen jefes ni mandatarios sino que impera la igualdad total. De esta forma un colectivo humano, una comunidad o cualquier forma de asociación actuarán según la voluntad de sus integrantes, respetando a los sectores minoritarios que disientan. Un conjunto no es una entidad superior a cada uno de sus integrantes, así como los individuos no se imponen al conjunto. Tanto la autonomía de las organizaciones como la de las personas son respetadas.
Pero la autogestión no se refiere únicamente a la toma de decisiones sino a la propiedad de los medios de producción. No hay autogestión posible si subsiste la propiedad privada de los medios de producción (la tierra, maquinarias y herramientas). Si así fuese no quedarían suprimidos los fundamentos de la explotación, es decir, el beneficio que el dueño de los medios de producción obtiene al extraer la plusvalía – o ganancia del patrón- para sí, en detrimento de quienes trabajan. El comunismo anarquista se basa en la máxima de que cada cual contribuye según su capacidad y a cada cual se lo retribuye según su necesidad. El salario como forma retributiva queda eliminado. Aunque sobre éste punto ha habido diversidad de opiniones – colectivismo, anarco-comunismo y formas mixtas- la posición fuerte de los anarquistas es con respecto a la colectivización de los medios de producción, la construcción de una economía racional, una producción social y una ética basada en el apoyo mutuo y la solidaridad.
En tercer lugar, el anarquismo es federalista. La forma de organización federal es el medio por el cual las diversas comunidades o colectivos que conforman el conjunto anarquista se conectan, articulan, relacionan y comunican. El federalismo evita la aparición del poder por separado del pueblo. Su máxima el la descentralización en unidades menores que conforman conjuntos articulados a través de canales de discusión, participación, decisión y ejecución. Las decisiones se toman en la base por asambleas y son transmitidas por delegados con mandato expreso a los organismos en los cuales se conjugan las diferentes opiniones. Los delegados no tienen poder de resolución: su función es la de portavoz. En ocasiones los delegados pueden llevar de vuelta a sus asambleas las diversas posiciones para rediscutir los temas en discordancia y volver a presentar en el cuerpo federal de delegados las posturas adoptadas. Además los delegados deben ser revocables y rotativos, para asegurar un funcionamiento autogestionario. El sistema federal funciona entonces como una red descentralizada para coordinar las diferentes asambleas.
Un cuarto punto que debemos mencionar está relacionado con los tres anteriormente expresados: la acción directa. El enfrentamiento con el orden social existente no se lleva a través de la mediación de los partidos políticos o de la participación en grupos o instituciones del poder. El enfrentamiento es sin mediación, con acción directa. Esta es lo contrario de la acción política, en lo que se refiere a participar del poder. Tradicionalmente los anarquistas despreciaron la política, entendida como partidos y parlamento, como una forma de progresar hacia la sociedad libertaria y comunista. El anarquismo sólo es tal si es revolucionario, es decir, si intenta sustituir el orden capitalista, estatal y jerárquico generador de la opresión y la explotación por una sociedad igualitaria, libre, solidaria, dentro de los principios del socialismo libertario. La participación en grupos de poder –estén o no regenteados por el Estado- es una contradicción con los objetivos de acabar con el poder político: los fines deben ser coherentes con los medios para evitar “dictaduras revolucionarias”. La acción directa no significa – como a veces se supone- acción violenta, sino acción no mediada (sea violenta o no). De este modo, toda forma de “Poder Popular”, reformismo, electoralismo y participacionismo – en el fondo eufemismos de colaboracionismo- son una negación de la acción directa, la autogestión y, por ende, del anarquismo.
Estos principios que conforman al anarquismo –libertario (antijerárquico), autogestionario, federal y revolucionario (acción directa)- son parte de un conjunto mayor de principios entre los que podemos mencionar los más generales de libertad, igualdad, solidaridad y socialismo. Dentro de estos principios -el esqueleto del anarquismo- lo que existen son tendencias, ya se llamen anarcosindicalismo, insurrecionalismo, comunismo anárquico, anarco colectivismo, anarco individualismo, consejismo anarquista o como se pretenda. Los anarquistas, más allá de tendencias y heterogeneidades somos anarquistas a secas.
P. Rossineri
La obra colectivizadora de la Revolución Española
La obra colectivizadora de la Revolución Española
El golpe y la revolución.
Nunca habíamos estado tan cerca. Nunca la posibilidad concreta de realizar en la práctica el ideal libertario se había vislumbrado con mayor claridad en la historia. Luego del golpe fascista del 18 de julio de 1936 contra la República española, gobernada por la coalición de izquierda Frente Popular, la reacción popular estalló de inmediato - espontánea- contra los militares facciosos. La acción popular fue impulsada en especial por los militantes anarquistas, la gran mayoría vinculados orgánicamente a CNT-FAI (Confederación Nacional del Trabajo- Federación Anarquista Ibérica), quienes encabezaron las acciones más arriesgadas contra los fascistas. La conspiración triunfó en algunas regiones, y no pudo imponerse completamente, amaneciendo el día siguiente - 19 de julio- con el país dividido en dos mitades: la España republicana (donde se impuso el gobierno democrático burgués e izquierdista) y la España franquista (en donde se impusieron los militares derechistas que pronto serían acaudillados por Francisco Franco).Pero el 19 de julio además de comenzar una larga guerra de tres años, también se inició en el sector republicano uno de los procesos revolucionarios más singulares que se conozcan. Las masas revolucionarias sobrepasaron a los dirigentes, que en un inicio observaban impávidos la acción popular desatada: asalto de cuarteles y comisarías, repartos de armas en la población civil, ocupación de todos los edificios públicos y estratégicos, ocupación y colectivización de fábricas, transportes, comercios, servicios públicos y una profunda revolución colectivista en el campo, esta última de lejos la más significativa y vasta. Esta revolución no se llevó a cabo en toda la zona republicana con la misma fuerza, participación y decisión de las masas sino que se extendió principalmente en aquellas zonas en que la presencia de los anarquistas españoles era mayoritaria: Aragón, Cataluña y Levante. En Aragón y Levante la colectivización fue esencialmente agraria, debido al carácter eminentemente rural de la región, y en Cataluña fue un fenómeno más urbano, puesto que es la zona industrial por excelencia de España.
La CNT, sus tendencias.
Los anarquistas españoles eran en su gran mayoría pertenecientes a la corriente que comúnmente se llama anarcosindicalista. El anarcosindicalismo sostiene que los sindicatos además de ser el organismo de lucha de los trabajadores contra el capitalismo y que aspira a concluir en una revolución social - es decir comunista anárquica o comunista libertaria, sin Estado ni propiedad- luego de la revolución serán los organismos económicos, organizativos, deliberativos, que lleve adelante la concreción del ideal. Esta meta - al menos en teoría- sería alcanzable por medio de la autogestión económica, la autogestión en la toma de decisiones a través de mecanismos asamblearios y con la aplicación del federalismo de abajo - arriba entre organizaciones sindicales y de productores, mecanismos que impedirían la creación de un nuevo Estado sindical, con una nueva burocracia privilegiada. La CNT era una confederación de sindicatos de tendencia anarcosindicalista y era la más grande de ese entonces, con aproximadamente un millón de afiliados. La otra central sindical era la UGT (Unión General de los Trabajadores) que respondía a los dictados del Partido Socialista Obrero Español, es decir que su autonomía era más bien limitada. No todos los integrantes de CNT eran anarquistas, pero evidentemente el peso del anarquismo era tan notorio que de hecho los militantes de CNT eran percibidos como tales. Pero dentro de su seno existían también diferencias: tenía un ala moderada (liderada por Angel Pestaña, que emigraría formando el Partido Sindicalista, de escasa repercusión) y también un ala combativa, anarquista, y en general compuesta por miembros de la FAI, organización específica del anarquismo hispano. Aún siendo una organización descentralizada, horizontal y antiburocrática era notoria en la CNT la existencia de líderes y cuadros dirigentes, cuyo prestigio y trayectoria los convertía en "líderes naturales", como se los llamaba. Ni en FAI ni en CNT los cargos eran rentados - en CNT sólo cobraba un magro salario el secretario general- por lo cual sus integrantes debían ser en su totalidad trabajadores asalariados.
La República y los partidos.
Los principales partidos de España que formaban parte del sector antifascista eran el PSOE (socialista), el Partido Comunista y - en especial en Cataluña- el Partido Socialista Unificado de Cataluña (aliado del PCE), Partido Obrero de Unificación Marxista (comunista antiestalinista) y Esquerra Republicana (demócratas de izquierda catalanistas). Todos estos partidos fueron hostiles al anarquismo - con excepción del POUM, que reconocía a CNT como principal fuerza sindical revolucionaria- en especial el Partido Comunista y su títere catalán el PSUC. Una vez que el orden comenzó a estabilizarse en el sector republicano se formó el 5 de septiembre un gobierno presidido por Largo Caballero (socialista) e integrado por miembros de los otros partidos. En Cataluña el poder real de la situación estaba en manos de CNT, y el presidente de la Generalitat - es decir, el jefe de gobierno catalán- Luis Companys (E. Republicana) ofreció su renuncia a los representantes de la CNT que se reunieron con él. Sorprendentemente los anarquistas no aceptaron, considerando que el Estado como tal en Cataluña estaba casi extinto y resultaba prácticamente inofensivo. Este error de apreciación será el inicio de una larga cadena de equivocaciones que terminarán comprometiendo a CNT a actuar en el gobierno republicano, entrando en abierta contradicción con los principios antiestatistas que la organización siempre había sustentado. La militancia de base no aceptó de buen grado que 4 anarquistas formaran parte del gobierno central republicano (4 de noviembre de 1936) lo cual generó numerosos conflictos al seno de la organización libertaria. Estos dirigentes anarquistas - de actuación lamentable, por cierto- hicieron estúpidamente el juego a los partidos políticos, convirtiéndose en freno y lastre a la revolución social profunda que las bases estaban llevando adelante sin consultar a ningún dirigente.
La colectivización en el campo y la industria.
El fenómeno de colectivización en Cataluña y Aragón especialmente presenta la característica de ser absolutamente espontáneo y autónomo. Las masas tomaron la iniciativa y los militantes anarquistas en particular, procuraron radicalizar el fenómeno hasta su máxima expresión posible. El 21 de julio, a dos días de comenzada la revolución, los ferroviarios colectivizaron a los ferrocarriles. Luego siguieron el transporte público urbano, la electricidad, y el resto de los servicios públicos. En el primer mes de la revolución ningún organismo, incluida la CNT, intentó encauzar u organizar este impulso colectivista: las masas eran las protagonistas. Fueron colectivizados los transportes y servicios públicos, la industria (metalúrgica, maderera, textil, etc.), comercios, cines y teatros, peluquerías, bares, hoteles y por supuesto, la producción agrícola. En algunas empresas el antiguo propietario continuaba al frente de la misma cuando pacíficamente decidía colaborar en el proceso. En este caso sus tareas eran de asesoría. En estos casos el poder real era del comité obrero de control, que actuaba con mandato de la asamblea. Si el antiguo propietario se resistía a la colectivización, se lo expropiaba sin más. En estos casos el comité electo de trabajadores era quien ejercía la dirección del establecimiento. También muchas empresas fueron socializadas, es decir, fueron reagrupadas por ramo y toda su producción organizada y planificada por el sindicato, cerrando los talleres pequeños e ineficientes y reagrupándolos en unidades mayores y más productivas. Los casos más representativos fueron el Sindicato de la Madera y el de los Peluqueros, socializados en su totalidad. En Cataluña fueron colectivizadas el 70% de las empresas comerciales e industriales; en Aragón medio millón de campesinos se organizaron en colectividades y comunas libres, aboliendo la propiedad privada y los organismos gubernamentales. Pero debe tenerse en cuenta que estas colectivizaciones que actuaban independientemente y autónomamente estaban insertas aún en un marco capitalista y autoritario gubernativo, y la moneda no había sido abolida, los bancos no habían sido incautados y las fuerzas represivas del Estado no habían sido neutralizadas. La excusa para no profundizar esta revolución de las masas era que aún no había finalizado la guerra y que estas medidas radicalizadas tendían a debilitar la productividad y a generar resquemor en las potencias extranjeras. La consigna era primero ganar la guerra y después la revolución. En esta variante reaccionaria entraron incluso algunos dirigentes anarquistas que veían el "colaboracionismo" como un mal menor frente al fascismo. La realidad era que había que matar a las colectividades libres, a las milicias populares y a todo lo que oliera a anarquismo, como lo demostrarían los hechos posteriores. No todo fue color de rosa en el proceso de colectivización: hubo casos de neocapitalismo obrero en algunas empresas beneficiosas, ausencia de solidaridad con comunidades y colectividades pobres, casos de abuso, negligencia y falta de productividad, escalas y diferencias salariales (el comunismo libertario casi no se aplicó), nacimiento de nuevos burócratas, etc. Pero, en general, durante los primeros meses subió el nivel de vida, se redujeron notablemente las diferencias sociales, se abrieron numerosos centros de enseñanza colectivos, mejoró el sistema de salud en una forma ejemplar, se incrementaron las exportaciones para solventar la guerra y por primera vez en su vida los trabajadores fueron quienes comenzaron a decidir y a ser responsables de su destino.
Los enemigos de las colectividades
La ola de colectivizaciones no fue ni ordenada ni impulsada por la CNT. Fue espontánea, aunque alentada desde la militancia de base anarquista. Y la confederación anarcosindicalista en la mayor parte de los casos fue pasada por encima, ni siquiera consultada. Muchos anarquistas tenían una visión gradualista, que consistía en ir paso a paso hasta concretar la revolución final. Esta actitud los llevó a poner frenos a las colectivizaciones para "no ir demasiado rápido". Como puede observarse CNT-FAI tampoco estaba libre del burocratismo, el dirigismo y el etapismo que caracteriza a los partidos marxistas, ni hablar de su intervención en el gobierno. En vez de destruir el poder de una vez por todas y llevar la revolución hasta sus últimas consecuencias se privilegió la necesidad de ganar la guerra por sobre llevar adelante la revolución, cuando el objetivo principal de los anarquistas - y del pueblo revolucionario- inicialmente había sido hacer la guerra para defender la revolución del fascismo. ¿Error estratégico o traición a los principios libertarios? "El 24 de octubre de 1936, el gobierno catalán institucionalizó por Decreto las colectivizaciones. Esto ha sido presentado en muchas ocasiones, hasta por gran número de exégetas de tendencia libertaria, como el simple reconocimiento de lo que habían realizado los propios trabajadores. En realidad, era exactamente lo contrario: el Estado se hace cargo de las colectivizaciones, en primer lugar para limitarlas pero también, y sobre todo, para ampliar su propia influencia y su control en detrimento de la autonomía obrera" (C. Semprún-Maura, en "Revolución y contrarrevolución en Cataluña, 1936-37"). Es decir, que muchos festejaron como una victoria a la primera de una vertiginosa serie de derrotas del campo revolucionario. Quienes critican al anarquismo revolucionario por su ortodoxia en la defensa de los principios libertarios, y que consideran que es mejor hacer concesiones tácticas para obtener una victoria estratégica deberían tener en cuenta lo ocurrido en la revolución española. También la deslealtad a los principios libertarios puede convertirse en una ortodoxia.Todos los partidos republicanos con excepción del POUM - que frente al hecho consumado las apoyaba aunque combatía el "espontaneísmo"- sabotearon las colectividades. Incluso llegaron a reprimirlas como fue el caso de la semana sangrienta de mayo de 1937 en Barcelona y la destrucción de las comunas y colectividades de Aragón a manos del ejército de Líster, ambas represiones comandadas por el Partido Comunista. Se llegó al punto de devolver las propiedades incautadas a los simpatizantes del fascismo y burgueses, y fusilar a mansalva a los colectivistas o "desaparecerlos" como ocurrió con Camilo Berneri (periodista anarquista italiano) y con Andrés Nin (dirigente fundador del POUM). El planteo comunista era hacer primero la revolución burguesa y democrática para luego hacer la revolución socialista. En realidad se trataba de organizar la contrarrevolución estalinista, reprimir a toda oposición y en especial al anarquismo. Para el PC los aliados naturales del proletariado eran los pequeños propietarios y la pequeña burguesía: "Hay que curar aquello que podríamos llamar el sarampión de las incautaciones de bienes de los pequeños industriales, de la socialización de las pequeñas industrias, de todos los abusos de ese tipo. (...) y hacer lo que sea posible para conseguir la nacionalización de las grandes industrias, que las industrias de base pasen a manos del Estado... (José Díaz, secretario general del PC, 2 de febrero de 1937). La archifamosa y archiestalinista Dolores Ibarruri "La Pasionaria" declaraba en nombre del comité central en el diario Mundo Obrero el 30 de julio de 1936 a sólo once días de comenzada la revolución: "Es la revolución democrática burguesa que en otros países como Francia se desarrolló hace más de un siglo lo que se está realizando en nuestro país, y nosotros, comunistas, somos los luchadores de vanguardia... ".La victoria del fascista Francisco Franco, convirtió en realidad el sueño y el programa del Partido Comunista: la revolución burguesa.
Patrick Rossineri
A 65 años de la gesta revolucionaria española, sus realizaciones y experiencias aún siguen siendo valiosas. Más allá de sus virtudes y errores fue la experiencia autogestionaria más rica de la historia del anarquismo y del movimiento obrero.
El golpe y la revolución.
Nunca habíamos estado tan cerca. Nunca la posibilidad concreta de realizar en la práctica el ideal libertario se había vislumbrado con mayor claridad en la historia. Luego del golpe fascista del 18 de julio de 1936 contra la República española, gobernada por la coalición de izquierda Frente Popular, la reacción popular estalló de inmediato - espontánea- contra los militares facciosos. La acción popular fue impulsada en especial por los militantes anarquistas, la gran mayoría vinculados orgánicamente a CNT-FAI (Confederación Nacional del Trabajo- Federación Anarquista Ibérica), quienes encabezaron las acciones más arriesgadas contra los fascistas. La conspiración triunfó en algunas regiones, y no pudo imponerse completamente, amaneciendo el día siguiente - 19 de julio- con el país dividido en dos mitades: la España republicana (donde se impuso el gobierno democrático burgués e izquierdista) y la España franquista (en donde se impusieron los militares derechistas que pronto serían acaudillados por Francisco Franco).Pero el 19 de julio además de comenzar una larga guerra de tres años, también se inició en el sector republicano uno de los procesos revolucionarios más singulares que se conozcan. Las masas revolucionarias sobrepasaron a los dirigentes, que en un inicio observaban impávidos la acción popular desatada: asalto de cuarteles y comisarías, repartos de armas en la población civil, ocupación de todos los edificios públicos y estratégicos, ocupación y colectivización de fábricas, transportes, comercios, servicios públicos y una profunda revolución colectivista en el campo, esta última de lejos la más significativa y vasta. Esta revolución no se llevó a cabo en toda la zona republicana con la misma fuerza, participación y decisión de las masas sino que se extendió principalmente en aquellas zonas en que la presencia de los anarquistas españoles era mayoritaria: Aragón, Cataluña y Levante. En Aragón y Levante la colectivización fue esencialmente agraria, debido al carácter eminentemente rural de la región, y en Cataluña fue un fenómeno más urbano, puesto que es la zona industrial por excelencia de España.
La CNT, sus tendencias.
Los anarquistas españoles eran en su gran mayoría pertenecientes a la corriente que comúnmente se llama anarcosindicalista. El anarcosindicalismo sostiene que los sindicatos además de ser el organismo de lucha de los trabajadores contra el capitalismo y que aspira a concluir en una revolución social - es decir comunista anárquica o comunista libertaria, sin Estado ni propiedad- luego de la revolución serán los organismos económicos, organizativos, deliberativos, que lleve adelante la concreción del ideal. Esta meta - al menos en teoría- sería alcanzable por medio de la autogestión económica, la autogestión en la toma de decisiones a través de mecanismos asamblearios y con la aplicación del federalismo de abajo - arriba entre organizaciones sindicales y de productores, mecanismos que impedirían la creación de un nuevo Estado sindical, con una nueva burocracia privilegiada. La CNT era una confederación de sindicatos de tendencia anarcosindicalista y era la más grande de ese entonces, con aproximadamente un millón de afiliados. La otra central sindical era la UGT (Unión General de los Trabajadores) que respondía a los dictados del Partido Socialista Obrero Español, es decir que su autonomía era más bien limitada. No todos los integrantes de CNT eran anarquistas, pero evidentemente el peso del anarquismo era tan notorio que de hecho los militantes de CNT eran percibidos como tales. Pero dentro de su seno existían también diferencias: tenía un ala moderada (liderada por Angel Pestaña, que emigraría formando el Partido Sindicalista, de escasa repercusión) y también un ala combativa, anarquista, y en general compuesta por miembros de la FAI, organización específica del anarquismo hispano. Aún siendo una organización descentralizada, horizontal y antiburocrática era notoria en la CNT la existencia de líderes y cuadros dirigentes, cuyo prestigio y trayectoria los convertía en "líderes naturales", como se los llamaba. Ni en FAI ni en CNT los cargos eran rentados - en CNT sólo cobraba un magro salario el secretario general- por lo cual sus integrantes debían ser en su totalidad trabajadores asalariados.
La República y los partidos.
Los principales partidos de España que formaban parte del sector antifascista eran el PSOE (socialista), el Partido Comunista y - en especial en Cataluña- el Partido Socialista Unificado de Cataluña (aliado del PCE), Partido Obrero de Unificación Marxista (comunista antiestalinista) y Esquerra Republicana (demócratas de izquierda catalanistas). Todos estos partidos fueron hostiles al anarquismo - con excepción del POUM, que reconocía a CNT como principal fuerza sindical revolucionaria- en especial el Partido Comunista y su títere catalán el PSUC. Una vez que el orden comenzó a estabilizarse en el sector republicano se formó el 5 de septiembre un gobierno presidido por Largo Caballero (socialista) e integrado por miembros de los otros partidos. En Cataluña el poder real de la situación estaba en manos de CNT, y el presidente de la Generalitat - es decir, el jefe de gobierno catalán- Luis Companys (E. Republicana) ofreció su renuncia a los representantes de la CNT que se reunieron con él. Sorprendentemente los anarquistas no aceptaron, considerando que el Estado como tal en Cataluña estaba casi extinto y resultaba prácticamente inofensivo. Este error de apreciación será el inicio de una larga cadena de equivocaciones que terminarán comprometiendo a CNT a actuar en el gobierno republicano, entrando en abierta contradicción con los principios antiestatistas que la organización siempre había sustentado. La militancia de base no aceptó de buen grado que 4 anarquistas formaran parte del gobierno central republicano (4 de noviembre de 1936) lo cual generó numerosos conflictos al seno de la organización libertaria. Estos dirigentes anarquistas - de actuación lamentable, por cierto- hicieron estúpidamente el juego a los partidos políticos, convirtiéndose en freno y lastre a la revolución social profunda que las bases estaban llevando adelante sin consultar a ningún dirigente.
La colectivización en el campo y la industria.
El fenómeno de colectivización en Cataluña y Aragón especialmente presenta la característica de ser absolutamente espontáneo y autónomo. Las masas tomaron la iniciativa y los militantes anarquistas en particular, procuraron radicalizar el fenómeno hasta su máxima expresión posible. El 21 de julio, a dos días de comenzada la revolución, los ferroviarios colectivizaron a los ferrocarriles. Luego siguieron el transporte público urbano, la electricidad, y el resto de los servicios públicos. En el primer mes de la revolución ningún organismo, incluida la CNT, intentó encauzar u organizar este impulso colectivista: las masas eran las protagonistas. Fueron colectivizados los transportes y servicios públicos, la industria (metalúrgica, maderera, textil, etc.), comercios, cines y teatros, peluquerías, bares, hoteles y por supuesto, la producción agrícola. En algunas empresas el antiguo propietario continuaba al frente de la misma cuando pacíficamente decidía colaborar en el proceso. En este caso sus tareas eran de asesoría. En estos casos el poder real era del comité obrero de control, que actuaba con mandato de la asamblea. Si el antiguo propietario se resistía a la colectivización, se lo expropiaba sin más. En estos casos el comité electo de trabajadores era quien ejercía la dirección del establecimiento. También muchas empresas fueron socializadas, es decir, fueron reagrupadas por ramo y toda su producción organizada y planificada por el sindicato, cerrando los talleres pequeños e ineficientes y reagrupándolos en unidades mayores y más productivas. Los casos más representativos fueron el Sindicato de la Madera y el de los Peluqueros, socializados en su totalidad. En Cataluña fueron colectivizadas el 70% de las empresas comerciales e industriales; en Aragón medio millón de campesinos se organizaron en colectividades y comunas libres, aboliendo la propiedad privada y los organismos gubernamentales. Pero debe tenerse en cuenta que estas colectivizaciones que actuaban independientemente y autónomamente estaban insertas aún en un marco capitalista y autoritario gubernativo, y la moneda no había sido abolida, los bancos no habían sido incautados y las fuerzas represivas del Estado no habían sido neutralizadas. La excusa para no profundizar esta revolución de las masas era que aún no había finalizado la guerra y que estas medidas radicalizadas tendían a debilitar la productividad y a generar resquemor en las potencias extranjeras. La consigna era primero ganar la guerra y después la revolución. En esta variante reaccionaria entraron incluso algunos dirigentes anarquistas que veían el "colaboracionismo" como un mal menor frente al fascismo. La realidad era que había que matar a las colectividades libres, a las milicias populares y a todo lo que oliera a anarquismo, como lo demostrarían los hechos posteriores. No todo fue color de rosa en el proceso de colectivización: hubo casos de neocapitalismo obrero en algunas empresas beneficiosas, ausencia de solidaridad con comunidades y colectividades pobres, casos de abuso, negligencia y falta de productividad, escalas y diferencias salariales (el comunismo libertario casi no se aplicó), nacimiento de nuevos burócratas, etc. Pero, en general, durante los primeros meses subió el nivel de vida, se redujeron notablemente las diferencias sociales, se abrieron numerosos centros de enseñanza colectivos, mejoró el sistema de salud en una forma ejemplar, se incrementaron las exportaciones para solventar la guerra y por primera vez en su vida los trabajadores fueron quienes comenzaron a decidir y a ser responsables de su destino.
Los enemigos de las colectividades
La ola de colectivizaciones no fue ni ordenada ni impulsada por la CNT. Fue espontánea, aunque alentada desde la militancia de base anarquista. Y la confederación anarcosindicalista en la mayor parte de los casos fue pasada por encima, ni siquiera consultada. Muchos anarquistas tenían una visión gradualista, que consistía en ir paso a paso hasta concretar la revolución final. Esta actitud los llevó a poner frenos a las colectivizaciones para "no ir demasiado rápido". Como puede observarse CNT-FAI tampoco estaba libre del burocratismo, el dirigismo y el etapismo que caracteriza a los partidos marxistas, ni hablar de su intervención en el gobierno. En vez de destruir el poder de una vez por todas y llevar la revolución hasta sus últimas consecuencias se privilegió la necesidad de ganar la guerra por sobre llevar adelante la revolución, cuando el objetivo principal de los anarquistas - y del pueblo revolucionario- inicialmente había sido hacer la guerra para defender la revolución del fascismo. ¿Error estratégico o traición a los principios libertarios? "El 24 de octubre de 1936, el gobierno catalán institucionalizó por Decreto las colectivizaciones. Esto ha sido presentado en muchas ocasiones, hasta por gran número de exégetas de tendencia libertaria, como el simple reconocimiento de lo que habían realizado los propios trabajadores. En realidad, era exactamente lo contrario: el Estado se hace cargo de las colectivizaciones, en primer lugar para limitarlas pero también, y sobre todo, para ampliar su propia influencia y su control en detrimento de la autonomía obrera" (C. Semprún-Maura, en "Revolución y contrarrevolución en Cataluña, 1936-37"). Es decir, que muchos festejaron como una victoria a la primera de una vertiginosa serie de derrotas del campo revolucionario. Quienes critican al anarquismo revolucionario por su ortodoxia en la defensa de los principios libertarios, y que consideran que es mejor hacer concesiones tácticas para obtener una victoria estratégica deberían tener en cuenta lo ocurrido en la revolución española. También la deslealtad a los principios libertarios puede convertirse en una ortodoxia.Todos los partidos republicanos con excepción del POUM - que frente al hecho consumado las apoyaba aunque combatía el "espontaneísmo"- sabotearon las colectividades. Incluso llegaron a reprimirlas como fue el caso de la semana sangrienta de mayo de 1937 en Barcelona y la destrucción de las comunas y colectividades de Aragón a manos del ejército de Líster, ambas represiones comandadas por el Partido Comunista. Se llegó al punto de devolver las propiedades incautadas a los simpatizantes del fascismo y burgueses, y fusilar a mansalva a los colectivistas o "desaparecerlos" como ocurrió con Camilo Berneri (periodista anarquista italiano) y con Andrés Nin (dirigente fundador del POUM). El planteo comunista era hacer primero la revolución burguesa y democrática para luego hacer la revolución socialista. En realidad se trataba de organizar la contrarrevolución estalinista, reprimir a toda oposición y en especial al anarquismo. Para el PC los aliados naturales del proletariado eran los pequeños propietarios y la pequeña burguesía: "Hay que curar aquello que podríamos llamar el sarampión de las incautaciones de bienes de los pequeños industriales, de la socialización de las pequeñas industrias, de todos los abusos de ese tipo. (...) y hacer lo que sea posible para conseguir la nacionalización de las grandes industrias, que las industrias de base pasen a manos del Estado... (José Díaz, secretario general del PC, 2 de febrero de 1937). La archifamosa y archiestalinista Dolores Ibarruri "La Pasionaria" declaraba en nombre del comité central en el diario Mundo Obrero el 30 de julio de 1936 a sólo once días de comenzada la revolución: "Es la revolución democrática burguesa que en otros países como Francia se desarrolló hace más de un siglo lo que se está realizando en nuestro país, y nosotros, comunistas, somos los luchadores de vanguardia... ".La victoria del fascista Francisco Franco, convirtió en realidad el sueño y el programa del Partido Comunista: la revolución burguesa.
Patrick Rossineri
A Chávez lo que es de Chávez
A Chávez lo que es de Chávez.
Lloraron como viejas cuando se enteraron de la noticia. Chávez había sido derrocado. La izquierda en general y la derecha nacionalista se rasgaron sus vestiduras por el fin de “la Revolución Bolivariana”. Acusaron a medio mundo de su caída, y esgrimieron sus resabidos argumentos antiimperialistas. Frente al hecho inevitable, cantaron una laudatoria evocación del “héroe” de la “utopía venezolana”, y la democracia directa. Pero al tercer día resucitó, y volvió la alegría a sus rostros, festejando el retorno del Mesías, inundaron Internet de comunicados, sus periódicos partidarios y se regocijaron con el retorno de la democracia al país hermano. Nacionalistas de toda laya, izquierdistas, antiimperialistas, guevaristas, castristas, trotskistas, stalinistas, maoístas y hasta algunos pseudo-anarquistas trasnochados se unieron en oración: “Gran victoria popular: Chávez regresa y los imperialistas se van”.
La realidad es que el golpe que sufrió Chávez no les hubiera afectado en su ánimo en lo más mínimo si el golpista hubiera sido Chávez. Porque parece que la indignación les ha hecho olvidar a los chavistas que sólo han recibido un poco de su propia medicina: en 1992 el teniente coronel dio un golpe con intento de asesinato incluido -que fracasó- al entonces presidente Carlos Andrés Pérez (un corrupto y explotador de primera línea, aunque muy democrático). ¿Qué es lo que ha hecho Chávez para ganarse a tantos enemigos imperialistas y la amistad de “revolucionarios” como Fidel o Saddam Hussein? Hagamos un breve recuento de sus actos en el gobierno.
- Un plan de ajuste que el Tesoro de los EE.UU. calificó de “en la dirección correcta”: reducción del gasto público, impuestazo al consumo, impuestos a las transacciones bancarias (al estilo de Cavallo), libre flotación del Bolívar (moneda venezolana).
- Caída de reservas y fuga de capitales por 2000 millones de dólares, devaluación monetaria del 30 % en sólo un día, crecimiento inflacionario, suba de los precios de los artículos de primera necesidad.
- Reforma agraria de alcances más que limitados, alineación con la OPEP, pero sin disminuir los embarques de petróleo a EE.UU, su principal comprador, aumento de la dependencia de la producción del petróleo (genera el 70% de los ingresos del país), desocupación récord.
- Crítica a la política bélica norteamericana en Afganistán, buenas relaciones con Cuba y con Irak, reformas que afectaron a la oligarquía terrateniente (poseedora del 60% de las tierras), pero de expropiación ni hablar.
- Una nueva constitución que reconoce derechos a los indígenas, participación más activa de lo militar en lo político, nuevos patrones electorales y una reestructuración de los poderes públicos, lo que llevó, por ejemplo, a la eliminación del bicameralismo en el congreso (para acentuar su presidencialismo), y -peor aún que Menem- la posibilidad de reelecciones eternas para poder llevar adelante su “proyecto revolucionario”. La constitución chavista contiene un artículo que establece el derecho a "una información imparcial y veraz”, lo que se interpreta como una forma de controlar a la disidencia interna.
- Fue campeón de béisbol con los Criollos de Venezuela en 1969, y autor de varios cuentos y obras de teatro como "El genio y el centauro".
- Mientras el 85 % de los venezolanos vive en la pobreza, Chávez ha hecho de los militares una de las fuerzas motrices de sus proyectos sociales y ha designado a varios oficiales activos en cargos de la administración pública.
A Chávez aún lo apoyan gran parte de los venezolanos, en especial los de las clases más desfavorecidas. Que Chávez sea hábil para ilusionarlos con un proyecto burgués nacionalista, no es nada nuevo en la historia humana: Perón, Hitler y Mussolini tuvieron apoyo popular y subieron al poder por elecciones. Si los pueblos no se equivocaran las revoluciones no harían falta. Y Chávez, gran admirador de Perón, busca la gloria personal y el culto de todos los venezolanos desde su demagogia paternalista, autoritaria y mesiánica. Y siendo militar de profesión... ¿podría ser de otra forma? Escuchémoslo hablar en el discurso luego de reasumir el poder (entre paréntesis, el nombre del personaje que podría haber sido fuente de inspiración para los dichos de Chávez):
"Debo decirles que lo que ha ocurrido en Venezuela en estas últimas horas es inédito en el mundo. El pueblo venezolano y su Fuerza Armada (FFAA) han escrito una nueva página para la historia venezolana, ¡y qué gran página!. Es un ejemplo de un pueblo que ha despertado definitivamente.” (Videla)
"A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César y al pueblo lo que es del pueblo". (Jesucristo)
“...el Gobierno necesita una oposición leal con el país y el pueblo, que presente críticas y alternativas al país. Es necesario que terminen de entender que aquí hay un proyecto en marcha sin vuelta atrás". (Menem)
“Después de esta jornada memorable, histórica, imborrable para siempre jamás, si ayer los amaba, hoy los amo muchísimo más. Con amor de padre.” (Perón)
En un acto el domingo ante miles de seguidores y militares paracaidistas, en la ciudad de Maracay al oeste de Caracas, Chávez dijo que tras los sucesos vividos estaba pensando gobernar durante largo tiempo, "de repente no me voy en el 2021"- Cable AG. Reuters-. (Menem)
Chávez o sus golpistas, nacionalistas o liberales, patriotas o colonialistas, son todos iguales. La revolución bolivariana es el disfraz de la reacción nacionalista, zurda o derechista, pero bien milica y burguesa. Tanto la izquierda como la derecha, cuando están en la oposición claman con ardor el derecho a manifestarse y el respeto a las libertades civiles. Una vez en el poder, hacen todo lo posible por limitar esos derechos “democráticos”. Se refugian en la democracia burguesa cuando están en la oposición y en el fascismo cuando están en el poder. Por eso no hay solución posible a través del Estado o del poder. Con Carmona Estanga (líder empresarial de Fedecámaras) los golpistas formaron un gobierno de un empresario apoyado en unos cuantos milicos. Chávez es todo lo contrario: un milico apoyado en unos cuantos empresarios.
P. Rossineri
Lloraron como viejas cuando se enteraron de la noticia. Chávez había sido derrocado. La izquierda en general y la derecha nacionalista se rasgaron sus vestiduras por el fin de “la Revolución Bolivariana”. Acusaron a medio mundo de su caída, y esgrimieron sus resabidos argumentos antiimperialistas. Frente al hecho inevitable, cantaron una laudatoria evocación del “héroe” de la “utopía venezolana”, y la democracia directa. Pero al tercer día resucitó, y volvió la alegría a sus rostros, festejando el retorno del Mesías, inundaron Internet de comunicados, sus periódicos partidarios y se regocijaron con el retorno de la democracia al país hermano. Nacionalistas de toda laya, izquierdistas, antiimperialistas, guevaristas, castristas, trotskistas, stalinistas, maoístas y hasta algunos pseudo-anarquistas trasnochados se unieron en oración: “Gran victoria popular: Chávez regresa y los imperialistas se van”.
La realidad es que el golpe que sufrió Chávez no les hubiera afectado en su ánimo en lo más mínimo si el golpista hubiera sido Chávez. Porque parece que la indignación les ha hecho olvidar a los chavistas que sólo han recibido un poco de su propia medicina: en 1992 el teniente coronel dio un golpe con intento de asesinato incluido -que fracasó- al entonces presidente Carlos Andrés Pérez (un corrupto y explotador de primera línea, aunque muy democrático). ¿Qué es lo que ha hecho Chávez para ganarse a tantos enemigos imperialistas y la amistad de “revolucionarios” como Fidel o Saddam Hussein? Hagamos un breve recuento de sus actos en el gobierno.
- Un plan de ajuste que el Tesoro de los EE.UU. calificó de “en la dirección correcta”: reducción del gasto público, impuestazo al consumo, impuestos a las transacciones bancarias (al estilo de Cavallo), libre flotación del Bolívar (moneda venezolana).
- Caída de reservas y fuga de capitales por 2000 millones de dólares, devaluación monetaria del 30 % en sólo un día, crecimiento inflacionario, suba de los precios de los artículos de primera necesidad.
- Reforma agraria de alcances más que limitados, alineación con la OPEP, pero sin disminuir los embarques de petróleo a EE.UU, su principal comprador, aumento de la dependencia de la producción del petróleo (genera el 70% de los ingresos del país), desocupación récord.
- Crítica a la política bélica norteamericana en Afganistán, buenas relaciones con Cuba y con Irak, reformas que afectaron a la oligarquía terrateniente (poseedora del 60% de las tierras), pero de expropiación ni hablar.
- Una nueva constitución que reconoce derechos a los indígenas, participación más activa de lo militar en lo político, nuevos patrones electorales y una reestructuración de los poderes públicos, lo que llevó, por ejemplo, a la eliminación del bicameralismo en el congreso (para acentuar su presidencialismo), y -peor aún que Menem- la posibilidad de reelecciones eternas para poder llevar adelante su “proyecto revolucionario”. La constitución chavista contiene un artículo que establece el derecho a "una información imparcial y veraz”, lo que se interpreta como una forma de controlar a la disidencia interna.
- Fue campeón de béisbol con los Criollos de Venezuela en 1969, y autor de varios cuentos y obras de teatro como "El genio y el centauro".
- Mientras el 85 % de los venezolanos vive en la pobreza, Chávez ha hecho de los militares una de las fuerzas motrices de sus proyectos sociales y ha designado a varios oficiales activos en cargos de la administración pública.
A Chávez aún lo apoyan gran parte de los venezolanos, en especial los de las clases más desfavorecidas. Que Chávez sea hábil para ilusionarlos con un proyecto burgués nacionalista, no es nada nuevo en la historia humana: Perón, Hitler y Mussolini tuvieron apoyo popular y subieron al poder por elecciones. Si los pueblos no se equivocaran las revoluciones no harían falta. Y Chávez, gran admirador de Perón, busca la gloria personal y el culto de todos los venezolanos desde su demagogia paternalista, autoritaria y mesiánica. Y siendo militar de profesión... ¿podría ser de otra forma? Escuchémoslo hablar en el discurso luego de reasumir el poder (entre paréntesis, el nombre del personaje que podría haber sido fuente de inspiración para los dichos de Chávez):
"Debo decirles que lo que ha ocurrido en Venezuela en estas últimas horas es inédito en el mundo. El pueblo venezolano y su Fuerza Armada (FFAA) han escrito una nueva página para la historia venezolana, ¡y qué gran página!. Es un ejemplo de un pueblo que ha despertado definitivamente.” (Videla)
"A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César y al pueblo lo que es del pueblo". (Jesucristo)
“...el Gobierno necesita una oposición leal con el país y el pueblo, que presente críticas y alternativas al país. Es necesario que terminen de entender que aquí hay un proyecto en marcha sin vuelta atrás". (Menem)
“Después de esta jornada memorable, histórica, imborrable para siempre jamás, si ayer los amaba, hoy los amo muchísimo más. Con amor de padre.” (Perón)
En un acto el domingo ante miles de seguidores y militares paracaidistas, en la ciudad de Maracay al oeste de Caracas, Chávez dijo que tras los sucesos vividos estaba pensando gobernar durante largo tiempo, "de repente no me voy en el 2021"- Cable AG. Reuters-. (Menem)
Chávez o sus golpistas, nacionalistas o liberales, patriotas o colonialistas, son todos iguales. La revolución bolivariana es el disfraz de la reacción nacionalista, zurda o derechista, pero bien milica y burguesa. Tanto la izquierda como la derecha, cuando están en la oposición claman con ardor el derecho a manifestarse y el respeto a las libertades civiles. Una vez en el poder, hacen todo lo posible por limitar esos derechos “democráticos”. Se refugian en la democracia burguesa cuando están en la oposición y en el fascismo cuando están en el poder. Por eso no hay solución posible a través del Estado o del poder. Con Carmona Estanga (líder empresarial de Fedecámaras) los golpistas formaron un gobierno de un empresario apoyado en unos cuantos milicos. Chávez es todo lo contrario: un milico apoyado en unos cuantos empresarios.
P. Rossineri
Dialéctica, Materialismo y cientificismo
Dialéctica, Materialismo y cientificismo
P. Rossineri
Según se sostiene corrientemente, uno de los grandes logros de Marx y Engels ha sido la construcción de una teoría para conocer la naturaleza y la sociedad basada en la ciencia, mejor conocida como materialismo dialéctico, y su derivado aplicado a la historia de la evolución social humana, el materialismo histórico. Esta teoría científica a su vez posibilitó la creación de un socialismo científico, en contraposición al socialismo utópico, que no tendría una base científica, porque no estaría fundado sobre las leyes de la dialéctica. Esta visión del marxismo ha sido en las ciencias sociales de importancia capital para el desarrollo de estas ciencias, en especial a partir de mediados del siglo XX hasta hoy. Fue en los ’60 y ’70 cuando las esuelas marxistas lograron su apogeo en lo que se refiere a producción teórica y académica, surgiendo corrientes marxistas en antropología, sociología, historia, psicología, pedagogía, geografía y lingüística, entre otras disciplinas.
A pesar de los aportes de tantos científicos sociales, algunos de los cuales produjeron obras de considerable importancia, el materialismo dialéctico y su deudo, el materialismo histórico, demostraron no solo sus limitaciones, sino también su inconsistencia epistemológica, teórica y metodológica, y su discurso comenzó a percibirse no como científico sino como cientificista. Los diversos intentos de apareamiento entre el marxismo y otras corrientes teóricas como el estructuralismo o el psicoanálisis terminaron en rotundos fracasos. Filósofos, sociólogos y antropólogos de moda al calor de las barricadas del 68, pasaron de best sellers internacionales a componentes privilegiados de las mesas de saldos en las librerías: Fromm, Althusser, Marcuse, Debray, así como otros tantos.
Esta pérdida de interés ha sido explicada desde muchos puntos de vista diferentes. Ya sea por obra del surgimiento del postmodernismo o debido a muerte por aplastamiento a causa de la caída del muro de Berlín, la crisis del marxismo se manifiesta principalmente en la plétora de revisionismos que intentan salvar algo del desastre: una categoría por aquí, un concepto por allá, los escritos del joven Marx e incluso algún coqueteo autocrítico con el anarquismo. Lo que está indudablemente claro es que algo se hizo mal y mucho de lo que se creía sólido no era más que dogmatismo disfrazado de certeza científica incuestionable.
Lo triste del asunto es que millones de hombres y mujeres que sacrificaron sus vidas al socialismo científico, hipotecaron su futuro, sucumbieron frente a la mentira, no sin decepción, desencanto, torturas, muerte y exilios. Peor aún, los novicios falsos revolucionarios de nuestros días, traicionan a los antiguos próceres que solían endiosar (Lenin, Stalin o Mao) para adorar nuevos ídolos (el voto popular, el cargo político, la democracia, Fidel Castro, el nacionalista Chávez o cualquier dictador antiyanqui que se cruce por el camino). Y siempre suena de fondo la misma canción; socialismo científico, materialismo dialéctico; la revolución como un juego de ajedrez o, si se prefiere, de tablero con fichas y dados.
El error continúa como una incógnita sin despejar debido a que se encuentra en la base misma de la concepción materialista dialéctica, en la forma en que Marx y Engels pergeñaron una teoría científica que, más allá de su admirable esfuerzo teórico, no es ciencia en absoluto. Quizás para el momento histórico y social en que se ideó el socialismo marxista, las tendencias intelectuales de la época justificaban la intención de crear un socialismo científico. Algo parecido ocurrió con Kropotkin, que intentó esbozar un anarquismo basado en principios científicos mecanicistas y evolucionistas, oportunamente criticado por Malatesta, quien en cambio definía al anarquismo como una ideología basada en una ética, más allá de la ciencia. De todos modos, en aquellos años no faltaron críticos a la visión cientificista de Marx, entre otros el propio Bakunin. Éste sostenía que la dialéctica hegeliana –de la que Bakunin fue adepto de joven- era pura metafísica, y por consiguiente también sus seguidores y derivados positivistas o socialistas:
“Metafísico es el término que usamos para designar a los discípulos de Hegel y los positivistas, y, en general, a todos los adoradores de la ciencia como diosa, a todos esos modernos Procustos que de una manera u otra, han creado un ideal de organización social, un molde estrecho en el que meterían a las futuras generaciones, a todos aquellos que, en vez de ver en la ciencia únicamente una de las manifestaciones de la vida natural y social, insisten en que la totalidad de la vida queda comprendida en sus teorías científicas necesariamente experimentales. Los metafísicos y los positivistas, todos esos caballeros que consideran que es su misión prescribir las leyes de la vida en nombre de la ciencia, son, consciente o inconscientemente, reaccionarios.”
Esta metafísica a la que se refiere Bakunin fue recubierta de fraseología cientificista y vendida como ciencia hasta el día de hoy. No es que los científicos serios crean en el materialismo dialéctico o que lo lleven a la práctica en sus investigaciones. La ciencia marcha por otros rumbos y los textos de cabecera de los científicos no son la “Dialéctica de la Naturaleza” de Engels, sino los que escribieron Albert Einstein, N. Wiener o S. Hawkins. En contraste, los experimentos que llevaron adelante en la Unión Soviética el lingüista Nikolai Marr y el biólogo Trofin Dimitrevich Lyssenko, son un ejemplo extremo del descalabro a que se puede llegar aplicando a rajatabla las concepciones quiméricas de Marx y Engels.
Nikolai Marr elaboró una teoría que proponía a aplicar las nociones marxistas de estructura y superestructura a la lingüística. Se convirtió en la teoría oficial de la Unión Soviética, mientras los grandes lingüistas rusos no marxistas como Roman Jakobson partían al exilio o al ostracismo, como ocurrió con Mijail Bajtin, el más grande folklorista (y también lingüista), redescubierto hace unas décadas. Los textos de Jakobson y Bajtin aún son lectura obligatoria en la enseñanza universitaria, mientras que los textos de Marr jamás volvieron a editarse. La lingüística de Nikolai Marr era tan descabellada que el propio Stalin en 1934 escribió un librito de lingüística para refutarlo.
El caso de Lyssenko fue algo más trágico. Debido a que los principios de la genética burguesa –es decir, la actualmente vigente genética mendeliana- desmentían las afirmaciones marxistas sobre la naturaleza, Lyssenko implantó una “genética revolucionaria” en que las diferencias entre los seres vivos no eran de origen genético sino que eran influencia del medio ambiente, basada en “hibridaciones”. Si bien era fácilmente refutable, la doctrina de los caracteres adquiridos fue la doctrina oficial soviética durante décadas, por el simple hecho de no contradecir al materialismo dialéctico. "La herencia de los caracteres adquiridos no es una evidencia científica, sino una creencia supersticiosa. Se ha mostrado mucho más resistente a la experimentación que otras hipótesis biológicas. Ha contribuido específicamente a retrasar el análisis del mundo vivo en general y la reproducción en particular. Podemos cortar el rabo en el nacimiento a todos los ratones de una cierta línea; al cabo de veinte o treinta generaciones, tendremos miles de ratoncitos con un rabo perfectamente normal, con la misma longitud media y el mismo grosor que sus ancestros" (F. Jacob. La lógica de lo viviente, 1970). Alain Benoist, autor de un artículo titulado “El escándalo Lyssenko”, refiere cómo se hacía ciencia en la Unión Soviética: “Si la teoría marxista contradice las leyes de la vida (y viceversa), el error, por fuerza, ha de hallarse en las leyes de la vida, razonaba Lissenko. De otra forma, el gran sueño mesiánico de Marx, Engels y Lenin de cambiar radicalmente el mundo y la naturaleza del hombre actuando sobre las "superestructuras" y sobre el medio, al término de una historia interpretada exclusivamente sobre parámetros socioeconómicos, podría demostrarse una entelequia irracional y una quimera insensata”.
Los experimentos de Lyssenko llevaron al fracaso de la agricultura y a la hambruna general en 1963, y por fin, a su destitución del cargo que ostentaba en el Instituto de Genética de Moscú al año siguiente. La pseudociencia materialista dialéctica, suscitó la cárcel de los científicos opositores y el hambre del pueblo ruso, lo que hacía reflexionar al brillante genetista francés Jacques Monod: "Que un charlatán autodidacta y fanático haya dispuesto en su país, a mediados del siglo XX, de todos los medios del poder para imponer en biología una teoría inepta y en agricultura unas prácticas ineficaces, cuando no catastróficas; que este iluminado llegara a lanzar una censura oficial sobre la enseñanza y la práctica de una de las disciplinas biológicas fundamentales, la genética, es algo que sobrepasa la imaginación".
Cómo puede ser entonces que todavía se siga planteando seriamente no sólo la delirante idea de un socialismo científico, sino que se continúe insistiendo en los méritos del materialismo dialéctico como una ciencia que estudia las leyes generales del cambio en la naturaleza. No planteamos que la dialéctica o las formas de razonar dialécticas sean falsas, incorrectas o que no hayan hecho ningún aporte a la humanidad. Lo que afirmamos es que el materialismo dialéctico es una metafísica, y por lo tanto no es ciencia. Para lo cual deberemos demostrar que no es una ciencia y entender la evolución del pensamiento dialéctico.
El método dialéctico de Hegel
Si bien los orígenes de la dialéctica se remontan a la antigua filosofía griega, siendo Heráclito uno de sus referentes principales, es en la obra hegeliana donde la dialéctica adquiere su sentido moderno. En un intento de superar la filosofía idealista de Kant, G. W. Hegel sostendrá una concepción dialéctica de la realidad, es decir, la realidad es dinámica, movimiento, transformación que surge a causa de las contradicciones internas. La realidad no es estática sino un proceso; existe un continuo fluir de contradicciones que se corresponden con los tres momentos que Fichte denominó tesis, antitesis y síntesis. En un primer momento existe la tesis, posición o afirmación, o la “realidad en sí”. La antitesis es la negación de la afirmación anterior, lo que está en sí se desgarra, se enajena y se niega desarrollándose en un “otro”. La síntesis es la negación de la negación, la superación del conflicto de los dos estados anteriores y su reconciliación en un tercero, una superación, que de forma circular se convierte en otra nueva tesis, un nuevo primer momento o afirmación que deberá ser negado y resuelto en otra síntesis, siempre de orden superior. Según Hegel la realidad se desenvuelve en estas tríadas dialécticas. El gran aporte de Hegel es intentar ver la realidad no como algo estático sino dinámico (en desarrollo), incorporando la contradicción al sistema, sin ignorarla como algo anómalo. Debemos tener en cuenta que las concepciones mecanicistas y estáticas de la física clásica newtoniana eran las concepciones dominantes, y en biología se estaba aún lejos de formularse la teoría de la evolución por selección natural de Darwin.
Para Hegel la historia humana es la revelación del Espíritu Absoluto, es decir, es teleológica, tiende a un fin. Los acontecimientos históricos son necesarios y racionales, y el Estado es la institución que asegura el cumplimiento de los fines últimos de la Historia. Si bien el pensamiento de Hegel dista mucho de estar explicado en estas líneas, lo que nos importa destacar aquí es que sobre esta concepción manifiestamente metafísica se construirán los cimientos del socialismo científico y el materialismo dialéctico. Las ideas de Hegel, Marx y Engels fueron criticadas fuertemente por Kart Popper y Jean Paul Sartre, y defendidas ardientemente por Marcuse. No nos interesa hilar tan fino. Creemos que el hecho de que el materialismo dialéctico sea una metafísica y no una ciencia, no convierte a muchos de los trabajos de Marx en una tontería, sino que es necesario ponerlos en su justa dimensión. Karl Marx era respetado por Bakunin como un analista social brillante de su época, pero nunca se dejó engañar ni por sus “descubrimientos”, ni mucho menos por su personalidad avasallante y narcisista: “Ningún camino conduce de la metafísica a las realidades de la vida. La teoría y los hechos están separados por un abismo insondable. Es imposible saltar este abismo entre la lógica y el mundo de la naturaleza y de la vida real con lo que Hegel llamaba «un salto cualitativo» del mundo.”
Los principios del materialismo dialéctico: Primera ley dialéctica
A diferencia de Hegel, Marx edificará una dialéctica no sobre la razón o la idea sino sobre la materia. De esta forma, Marx y Engels “piensan que Hegel está en lo cierto al decir que el pensamiento y el universo se encuentran en perpetuo cambio, pero que se equivoca al afirmar que los cambios en las ideas son los que determinan los cambios en las cosas. Por el contrario, las cosas nos ofrecen las ideas, y estas se modifican porque las cosas se han modificado” (Georges Politzer, Principios Elementales y Fundamentales de Filosofía, p. 102). El método dialéctico se fundamenta en tres leyes expuestas por Engels en su obra conocida como el Anti-Dühring. Las detallaremos a continuación debido a que en su fundamentación y ejemplificación se revela claramente su carácter frívolo y la retórica de aficionado con la que Engels pretendió convencer al mundo de que su materialismo dialéctico era tan científico como la Ley de Gravedad.
En primer lugar Engels sanciona una Ley de unidad y lucha de los contrarios que sostiene que todo en el universo está formado por parejas de opuestos en lucha continua, generadores de los cambios y movimientos en la naturaleza. En la naturaleza nada es estático sino que está todo en movimiento. Lo que parece estático solo lo es en forma relativa porque tanto los planetas, las estrellas y las galaxias están en perenne movimiento. Una manzana –en sentido ontológico- no es sólo una manzana en un momento determinado sino que es su evolución, su historia; fue una flor, una manzana verde, luego maduró y finalmente se descompondrá, con el fin de generar una nueva planta. Este devenir presenta fases que se suceden necesaria y naturalmente por un proceso interno inherente a la manzana llamado autodinamismo, es decir, una fuerza procedente del propio ser que se manifiesta a través de las transformaciones de la materia. Este movimiento correspondería a una Ley universal según la cual las cosas se transforman en su contrario. Una cosa no es una cosa en sí sino que también contiene a su contrario, o sea, es ella misma y su contrario. En el interior de cada cosa existen dos fuerzas opuestas, antagónicas en lucha. La cosa cuando es transformada no es por causa de una de las dos fuerzas solamente sino por la lucha de dos fuerzas en sentidos opuestos: hay una afirmación y una negación dentro de cada cosa, de cada ser, una contradicción. Esta contradicción es la raíz del cambio. Es interna, intrínseca a todas las cosas.
“Si tomamos el ejemplo de un huevo que una gallina pone e incuba vemos que en el huevo se encuentra el germen que a cierta temperatura y en ciertas condiciones se desarrolla. Este germen, al desarrollarse, dará un pollito: así este germen ya es la negación del huevo. Vemos con claridad que en el huevo hay dos fuerzas: la que tiende a que continúe siendo huevo y la que tiende a que se transforme en pollito. El huevo está, pues, en desacuerdo consigo mismo y todas las cosas están en desacuerdo con ellas mismas.
Esto puede parecer difícil de comprender, porque estamos habituados al razonamiento metafísico, y por eso debemos hacer un esfuerzo para habituarnos de nuevo a ver las cosas en su realidad” (Politzer, op.cit., p. 119).
Si las anteriores palabras de Georges Politzer –un reconocido filósofo del P.C. francés del período de entreguerras- fueran tan solo una metáfora para explicar el cambio social, la cosa terminaría allí. Pero lo que se sostiene desde el materialismo dialéctico es que las todas las cosas materiales, los procesos de la naturaleza y la sociedad tienen su afirmación y su negación. La realidad es así, porque la naturaleza es así, dialéctica. Nos preguntamos cual es la fuerza que tiende a que el huevo siga siendo huevo, si descartamos el hecho de que se nos ocurra ponerlo en una heladera para conservarlo. En donde reside, en qué parte del huevo existe semejante tendencia, que pone a un huevo en desacuerdo consigo mismo, y en qué nos basamos para sostener que un pollito es la negación del huevo. Un huevo y un pollo son verdaderamente diferentes, pero si observamos atentamente el proceso de desarrollo y su constitución genética, son lo mismo en diferentes etapas. El corte entre pollito y huevo es arbitrario, una elucubración del observador. Un huevo un segundo antes de eclosionar el pollo, ¿es un huevo o un pollito encerrado? Al contrario de lo que sostiene Politzer, no es difícil de comprender la realidad natural a través del materialismo dialéctico, sino que es bastante simple. Lo único que olvidó decirnos es cómo se logra “ver con claridad” dos fuerzas que se oponen dentro de un huevo, y el pequeño detalle de demostrarlo. La realidad es un todo complejo, que los metafísicos dialécticos convierten en un todo complicado. Engels afirmaba también que lo que es causa puede ser, según las circunstancias, efecto y viceversa, que todo es renovación constante y “que los dos polos de una antítesis, el positivo y el negativo, son tan inseparables como antitéticos el uno del otro y que, pese a todo su antagonismo, se penetran recíprocamente” (Engels; Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico). Reconociendo que no siempre es fácil aplicar el principio de unidad de los contrarios en algunos casos de la realidad, lo importante –aconseja Politzer- es retener que “la dialéctica y sus leyes nos obligan a estudiar las cosas para descubrir en ellas la evolución, las fuerzas, los contrarios que determinan esta evolución” (op .cit, p. 125). La ciencia verdadera, en cambio, opera justamente al revés; primero se estudian los casos particulares y luego se deducen las generalidades.
La pseudociencia de Marx y Engels primero estableció unas leyes generales lo suficientemente sinuosas como para ser aplicadas a cualquier caso y luego, se dedicó a aplicarla a los casos concretos. No es muy diferente a la forma de argumentar que tienen muchas sectas religiosas o los creyentes en el origen extraterrestre de los seres humanos, tan difíciles de corroborar como de refutar. Esta licenciosa ejemplificación de la que Engels hace uso se manifiesta en su burda interpretación de la matemática, encontrando dialéctica donde sólo él la ve, y ningún matemático lo hizo jamás: “también construye la contradicción de que líneas que se cortan ante nuestros ojos tienen que valer, cinco o seis centímetros más allá, como paralelas, esto es, como líneas que no pueden cortarse al prolongarlas en el infinito. Y sin embargo, con estas y otras contradicciones aún más violentas, la matemática superior produce resultados no sólo correctos, sino, además, inalcanzables por la matemática elemental” (Engels; Antidühring, p.116). Otro fantástico ejemplo que nos regala la sapiencia dialéctica, en este caso de Politzer, es el siguiente: un fenómeno tan común como el herrumbre u óxido de hierro en un instrumento metálico es causado por la “lucha entre el hierro y el oxígeno” (Politzer, p.244). O su lírica descripción de la vida y la muerte como una lucha entre contrarios, es decir, que la vida se transforma en muerte porque tiene una contradicción interna, habiendo unidad en las fuerzas contrarias, así como la concepción de que la vida es una conquista sobre lo no-vivo. Esta noción de la vida y la muerte como dos fuerzas que luchan entre sí, está profundamente vinculada al animismo metafísico y la creencia religiosa de que la muerte tiene existencia real, una entidad, en lugar de presentar a lo muerto como aquello ausente de vida.
Segunda Ley Dialéctica
La segunda ley dialéctica es la de conversión de la cantidad en cualidad y viceversa. Según se afirma, tanto el aumento como la disminución de la cantidad de materia transforman la cualidad de la misma, suponiendo un mejoramiento, un progreso de los seres. El ejemplo obvio y citado hasta el hartazgo lo constituye el cambio brusco que se produce en los cambios de estado del agua. Es bien sabido que en condiciones de presión normales el agua se mantiene en estado líquido entre los 1 y los 99 grados, y que por debajo de ese punto se solidifica en hielo y por encima hierve transformándose en estado gaseoso. La acumulación gradual de calor (cambio cuantitativo) no afecta el estado líquido del agua, pero al llegar a 100 grados se transforma súbitamente en vapor (salto cualitativo). “El paso cualitativo a un nuevo estado sólo es posible mediante la victoria de una de las fuerzas contrarias sobre la otra” (Politzer, p.233). Esta Ley general de la dialéctica de la naturaleza y de la sociedad reduce el papel de las ciencias a investigar cuales son los cambios de cantidad que se necesitan para alcanzar el salto cualitativo, algo que Engels aseguraba de antemano que ocurriría inevitablemente. Los cambios cuantitativos no son cambios manifiestos, son graduales, mientras que los cambios cualitativos ocurren súbita y repentinamente, siendo resultado de esa serie de cambios inadvertidos. Los ejemplos que acompañan tan trascendental Ley de la naturaleza y la sociedad descubierta por Engels son nuestros viejos conocidos protagonistas: el pollito con su huevo, la manzana y la flor. Pero -según cree Engels- se agregan importantes confirmaciones estudiando un poco de Historia. “Para terminar, vamos a apelar a otro testimonio más de la mutación de cantidad en calidad, a saber, Napoleón. Este describe el combate de la caballería francesa, de jinetes malos, pero disciplinados, contra los mamelucos, indiscutiblemente la mejor caballería de la época en el combate individual, pero también indisciplinada: Dos mamelucos eran sin discusión superiores a tres franceses, 100 mamelucos equivalían a 100 franceses; 300 franceses eran en general superiores a 300 mamelucos, y 1.000 franceses aplastaban siempre a 1.500 mamelucos” (Engels, Antidühring, p.119). ¿Se puede encontrar un ejemplo más burdo? Sí, si recurrimos a los ejemplos de Politzer en nuestro auxilio. Un candidato a un cargo político que necesita 60.233 para ser elegido, obtiene su salto cualitativo justamente con el voto 60.233. Mientras que los votos se iban sumando de a uno se producía una acumulación gradual de sufragios, cuantitativa, pero al alcanzar la cifra que le permitía acceder al cargo el candidato se convierte en diputado o funcionario estatal, el salto cualitativo, repentino. De más está decir que la sociedad funciona de la misma manera, y que los cambios cuantitativos en el modo de producción capitalista nos llevaran a un salto cualitativo o revolución.
Los cambios cualitativos se producen necesariamente, luego de una acumulación cuantitativa. Si tomamos un jarro de agua y lo echamos al fuego al llegar a 100 grados hervirá y si lo dejamos allí el tiempo suficiente el contenido total del jarro se evaporará. Solo que si en vez de poner al fuego el mismo jarro con agua lo dejamos al sol en la ventana de nuestra casa, su contenido se evaporará de todos modos sin haber nunca llegado a hervir. Entonces no hay salto cualitativo por la acumulación cuantitativa y gradual. Si razonáramos como Engels haciendo generalizaciones a través de analogías, podríamos llegar a la penosa conclusión que la revolución es imposible. Recordemos que el planteo de Engels es que esta es una ley natural, tan natural como las leyes de la física. Esta estupidez intelectual generaría risa sino fuera por las funestas consecuencias que generó. El sabelotodo y obsecuente stalinista que fue Politzer creía poder impugnar al genetista Weissman, rival de Lyssenko, acusando de metafísicos y mecanicistas a los científicos que sostenían que en los genes (el material hereditario) se encontraban las claves del desarrollo del ser vivo. Sostenía que si el medio ambiente no alteraba el material hereditario, no se podía comprender la aparición de las nuevas variedades, lo cual sólo era posible por la acumulación de cambios cuantitativos que se transformaban en cambios cualitativos, citando en su apoyo a la ya por ese entonces superada y anticuada Dialéctica de la Naturaleza de Engels. Demás está decir que era Weissman el que estaba en lo cierto.
Además los saltos cualitativos son con frecuencia un progreso, un paso de lo inferior a lo superior, son un movimiento ascendente y progresivo. Esto se manifiesta palmariamente en la evolución de las sociedades: la sociedad salvaje es inferior a la sociedad antigua, ésta es a la sociedad feudal, y por fin, el capitalismo, superación de todas las anteriores formas sociales será superado por el socialismo. Si las teorías científicas se midieran por su capacidad de predicción, hace tiempo que ya nadie hablaría del socialismo como ciencia. Desde el punto de vista de la segunda ley de la dialéctica, “desear la revolución sin crear las condiciones necesarias para ella es incuestionablemente hacerla imposible” (Politzer, p. 226). Es decir, el “aventurerismo de izquierda” –como denominaba Lenin al anarquismo- repudia la necesidad de preparar el cambio cualitativo mediante la evolución cuantitativa, para impedir la verdadera acción revolucionaria, por lo tanto es enemigo de la revolución. Ya conocemos las consecuencias de semejante forma de pensar: miles de muertos, desterrados, presos y torturados por la maquinaria del socialismo científico bolchevique.
Tercera Ley Dialéctica
La tercera ley de la dialéctica es la de negación de la negación. El cambio se produce en tríadas dialécticas: tesis, antitesis y síntesis. La síntesis es la negación de la antitesis, que a su vez era la negación de una afirmación (tesis). La síntesis reúne lo bueno de la antitesis y la tesis que estaban en contradicción. La síntesis es un progreso, una fase superior a las dos anteriores, y también es una afirmación (una nueva tesis) que será el germen de un nuevo proceso dialéctico superador. “Pensemos en un grano de cebada. Billones de tales granos se muelen, se hierven y fermentan, y luego se consumen. Pero si un tal grano de cebada encuentra las condiciones que le son normales, si cae en un suelo favorable, se produce en él, bajo la influencia del calor y de la humedad, una transformación característica: germina; el grano perece como tal, es negado, y en su lugar aparece la planta nacida de él, la negación del grano. Pero ¿cuál es el curso normal de la vida de esa planta? La planta crece, florece, se fecunda y produce finalmente otros granos de cebada, y en cuanto que éstos han madurado muere el tallo, es negado a su vez. Como resultado de esta negación de la negación tenemos de nuevo el inicial grano de cebada, pero no simplemente reproducido, sino multiplicado por diez, veinte o treinta” (Engels, Antidühring, p.120). Si el progreso como lo entiende Engels, si la negación de la negación es una etapa superior a las dos anteriores, lo cual se manifiesta en el grano de cebada multiplicado, esta superioridad es cuantitativa. Más adelante Engels afirma que los jardineros que cultivan flores ornamentales, tratando y seleccionando semillas producen flores más hermosas, cualitativamente mejoradas, gracias a la negación de la negación; en este caso la superación es cualitativa. Con estos criterios científicos tan laxos, un observador –en este caso el propio Engels- podrá encontrar siempre en cualquier género de vida animal o vegetal pruebas de mejoramiento, de progreso y evolución hacia una instancia o fase superior, porque donde no hay un aumento cuantitativo, lo habrá cualitativo, más aún si como Engels pensamos que una orquídea más hermosa es superior a una que seguramente no será de su gusto. Engels alude luego a las mariposas y su desarrollo, y nos explicita claramente su objetivo: “lo único que pretendemos aquí es mostrar que la negación de la negación tiene realmente lugar en los dos reinos del mundo vivo. Por otra parte, toda la geología es una serie de negaciones negadas, una serie de sucesivas destrucciones de viejas formaciones rocosas y depósito de otras nuevas” (idem, p.126). Así, de un plumazo, se pretende hacer creer al mundo que reposa sobre la contradicción dialéctica, y que encima éste es un razonamiento científico.
La cosa no queda ahí; para nuestro docto sabelotodo también en las matemáticas anida la negación de la negación. “Tomemos una magnitud algebraica cualquiera, a. Negándola tenemos –a (menos a). Negando esta negación, multiplicando –a por –a, tenemos +a², es decir, la magnitud positiva inicial, pero a un nivel más alto, a saber, la segunda potencia.”(idem, p.128). El genetista Jacques Monod, autor del celebrado libro El azar y la necesidad afirma que la forma en que Engels utiliza estos ejemplos “ilustran sobre todo la amplitud del desastre epistemológico que resulta de la utilización ‘científica’ de las interpretaciones dialécticas. Los dialécticos materialistas modernos evitan en general caer en parecidas tonterías. Pero hacer de la contradicción dialéctica la ‘ley fundamental’ de todo movimiento, de toda evolución, no deja de ser un intento de sistematizar una interpretación subjetiva de la naturaleza que permite descubrir en ella un proyecto ascendente, constructivo, creador; volverla, en fin, descifrable, y moralmente significante. Es la ‘proyección animista, siempre reconocible, sean cuales sean los disfraces” (p. 48). Demás está decir que el carácter animista del materialismo dialéctico no solo excluye el postulado de objetividad sino que es incompatible con la ciencia. Tan es así, que el mismo Engels rechazó el segundo principio de termodinámica y el aspecto selectivo de la evolución en la teoría de Darwin –dos descubrimientos que revolucionaron las ciencias en general- por no encajar en su teoría dialéctica. Con todo desparpajo, Engels nos ilustra sobre la magnitud de la tercera ley de la dialéctica: “¿Qué es, pues, la negación de la negación? Es una ley muy general, y por ello mismo de efectos muy amplios e importante, del desarrollo de la naturaleza, la historia y el pensamiento; una ley que, como hemos visto, se manifiesta en el mundo animal y vegetal, en la geología, en la matemática, en la historia, en la filosofía…” (Engels, idem, p.130).
El materialismo histórico de Marx hace hincapié fundamentalmente en esta ley dialéctica ya que cuando las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones sociales de producción se inicia un período de lucha, transformación que conducirá a la liquidación del sistema o modo de producción, estableciéndose un nuevo período superior –una superación con respecto al modo de producción precedente- reiniciándose nuevamente el proceso. De esta forma es posible la evolución, el cambio y el progreso en la Historia, a través de la lucha de clases.
Conclusiones
Si bien los análisis de Marx -a diferencia de los de Engels- son mucho más ricos y complejos que la reseña anterior, no nos preguntamos cuanto de verdad hay ellos sino por qué han sido sus estudios sobre el cambio social considerados como palabra sagrada en ciencias sociales por tanto tiempo (por no mencionar a los partidos y a los gobiernos que les otorgan carácter de verdad única, oficial e indiscutible). La mayoría de los investigadores sociales que aplican las ideas de Marx a los estudios históricos, sociológicos o antropológicos ya no toma en serio las ridículas afirmaciones de Engels que se expresan en obras como El Antidühring, La Dialéctica de la Naturaleza o Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico. Pero no se puede simplemente mirar para otro lado y sostener que los trabajos de Marx son “algo diferente”, o que son “mucho más serios y científicos” que los de su amigo y socio, cuando ambos son totalmente responsables de la interpretación y reformulación de la filosofía de Hegel, y su aplicación al estudio de la Historia y al análisis de las sociedades. Marx era mucho más inteligente y brillante que Engels, eso es indudable. Pero pensar que Karl Marx hubiera censurado a Engels, en caso de haberse enterado de los disparates que son manifestados por su camarada acerca del mundo físico y natural en las tres obras anteriormente mencionadas, sería propio de ingenuos. Equivaldría a sostener que Lenin no era responsable de la represión a los revolucionarios de Kronstadt porque las acciones las dirigía Trotsky, su subordinado; o creer que no se puede acusar a Hitler de las barbaridades de Auschwitz, porque él no estaba al tanto de lo que allí ocurría. La obra de Marx es útil, su lectura provechosa y sus análisis fructíferos sólo si se toma parcialmente y olvidando su supuesto carácter científico. Un modo de producción, una clase social, la distinción entre superestructura/estructura[1] y decenas de conceptos –algunos verdaderamente originales- no tienen existencia real, no son entidades objetivas como suponían Marx y Engels sino construcciones del investigador, del observador. El sentido común indica que si la naturaleza no es dialéctica en el sentido que le otorgan Engels y Marx, tampoco es necesario que lo sea la totalidad de la Historia y la vida social. Las analogías y extrapolaciones que se hicieron desde la evolución y la historia del mundo social hacia el universo material, natural y físico, le dan ese tinte determinista, fatalista, de certeza inconmovible que presenta la pseudo ciencia del materialismo dialéctico y el materialismo histórico. Este dogma infalible se convierte en autoritarismo pseudo científico en la afirmación de Engels –consignada en el capítulo II de su libro Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico- de que sólo siguiendo el camino dialéctico “llegamos a una concepción exacta del Universo, de su desarrollo y del desarrollo de la humanidad, así como de la imagen proyectada por ese desarrollo en las cabezas de los hombres”. Es el fundamento de la teoría del Partido Único dueño de la verdad, encargado de guiar a la Revolución, condenando a cualquier expresión disidente a la persecución policial del Partido o del Estado.
[1] Las nociones de estructura económica (infraestructura) y la estructura social, política e ideológica (superestructura) son resumidas por Marx en el Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política: “en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. (Obras Escogidas, Tomo II, p. 518, Editorial Progreso).
P. Rossineri
Según se sostiene corrientemente, uno de los grandes logros de Marx y Engels ha sido la construcción de una teoría para conocer la naturaleza y la sociedad basada en la ciencia, mejor conocida como materialismo dialéctico, y su derivado aplicado a la historia de la evolución social humana, el materialismo histórico. Esta teoría científica a su vez posibilitó la creación de un socialismo científico, en contraposición al socialismo utópico, que no tendría una base científica, porque no estaría fundado sobre las leyes de la dialéctica. Esta visión del marxismo ha sido en las ciencias sociales de importancia capital para el desarrollo de estas ciencias, en especial a partir de mediados del siglo XX hasta hoy. Fue en los ’60 y ’70 cuando las esuelas marxistas lograron su apogeo en lo que se refiere a producción teórica y académica, surgiendo corrientes marxistas en antropología, sociología, historia, psicología, pedagogía, geografía y lingüística, entre otras disciplinas.
A pesar de los aportes de tantos científicos sociales, algunos de los cuales produjeron obras de considerable importancia, el materialismo dialéctico y su deudo, el materialismo histórico, demostraron no solo sus limitaciones, sino también su inconsistencia epistemológica, teórica y metodológica, y su discurso comenzó a percibirse no como científico sino como cientificista. Los diversos intentos de apareamiento entre el marxismo y otras corrientes teóricas como el estructuralismo o el psicoanálisis terminaron en rotundos fracasos. Filósofos, sociólogos y antropólogos de moda al calor de las barricadas del 68, pasaron de best sellers internacionales a componentes privilegiados de las mesas de saldos en las librerías: Fromm, Althusser, Marcuse, Debray, así como otros tantos.
Esta pérdida de interés ha sido explicada desde muchos puntos de vista diferentes. Ya sea por obra del surgimiento del postmodernismo o debido a muerte por aplastamiento a causa de la caída del muro de Berlín, la crisis del marxismo se manifiesta principalmente en la plétora de revisionismos que intentan salvar algo del desastre: una categoría por aquí, un concepto por allá, los escritos del joven Marx e incluso algún coqueteo autocrítico con el anarquismo. Lo que está indudablemente claro es que algo se hizo mal y mucho de lo que se creía sólido no era más que dogmatismo disfrazado de certeza científica incuestionable.
Lo triste del asunto es que millones de hombres y mujeres que sacrificaron sus vidas al socialismo científico, hipotecaron su futuro, sucumbieron frente a la mentira, no sin decepción, desencanto, torturas, muerte y exilios. Peor aún, los novicios falsos revolucionarios de nuestros días, traicionan a los antiguos próceres que solían endiosar (Lenin, Stalin o Mao) para adorar nuevos ídolos (el voto popular, el cargo político, la democracia, Fidel Castro, el nacionalista Chávez o cualquier dictador antiyanqui que se cruce por el camino). Y siempre suena de fondo la misma canción; socialismo científico, materialismo dialéctico; la revolución como un juego de ajedrez o, si se prefiere, de tablero con fichas y dados.
El error continúa como una incógnita sin despejar debido a que se encuentra en la base misma de la concepción materialista dialéctica, en la forma en que Marx y Engels pergeñaron una teoría científica que, más allá de su admirable esfuerzo teórico, no es ciencia en absoluto. Quizás para el momento histórico y social en que se ideó el socialismo marxista, las tendencias intelectuales de la época justificaban la intención de crear un socialismo científico. Algo parecido ocurrió con Kropotkin, que intentó esbozar un anarquismo basado en principios científicos mecanicistas y evolucionistas, oportunamente criticado por Malatesta, quien en cambio definía al anarquismo como una ideología basada en una ética, más allá de la ciencia. De todos modos, en aquellos años no faltaron críticos a la visión cientificista de Marx, entre otros el propio Bakunin. Éste sostenía que la dialéctica hegeliana –de la que Bakunin fue adepto de joven- era pura metafísica, y por consiguiente también sus seguidores y derivados positivistas o socialistas:
“Metafísico es el término que usamos para designar a los discípulos de Hegel y los positivistas, y, en general, a todos los adoradores de la ciencia como diosa, a todos esos modernos Procustos que de una manera u otra, han creado un ideal de organización social, un molde estrecho en el que meterían a las futuras generaciones, a todos aquellos que, en vez de ver en la ciencia únicamente una de las manifestaciones de la vida natural y social, insisten en que la totalidad de la vida queda comprendida en sus teorías científicas necesariamente experimentales. Los metafísicos y los positivistas, todos esos caballeros que consideran que es su misión prescribir las leyes de la vida en nombre de la ciencia, son, consciente o inconscientemente, reaccionarios.”
Esta metafísica a la que se refiere Bakunin fue recubierta de fraseología cientificista y vendida como ciencia hasta el día de hoy. No es que los científicos serios crean en el materialismo dialéctico o que lo lleven a la práctica en sus investigaciones. La ciencia marcha por otros rumbos y los textos de cabecera de los científicos no son la “Dialéctica de la Naturaleza” de Engels, sino los que escribieron Albert Einstein, N. Wiener o S. Hawkins. En contraste, los experimentos que llevaron adelante en la Unión Soviética el lingüista Nikolai Marr y el biólogo Trofin Dimitrevich Lyssenko, son un ejemplo extremo del descalabro a que se puede llegar aplicando a rajatabla las concepciones quiméricas de Marx y Engels.
Nikolai Marr elaboró una teoría que proponía a aplicar las nociones marxistas de estructura y superestructura a la lingüística. Se convirtió en la teoría oficial de la Unión Soviética, mientras los grandes lingüistas rusos no marxistas como Roman Jakobson partían al exilio o al ostracismo, como ocurrió con Mijail Bajtin, el más grande folklorista (y también lingüista), redescubierto hace unas décadas. Los textos de Jakobson y Bajtin aún son lectura obligatoria en la enseñanza universitaria, mientras que los textos de Marr jamás volvieron a editarse. La lingüística de Nikolai Marr era tan descabellada que el propio Stalin en 1934 escribió un librito de lingüística para refutarlo.
El caso de Lyssenko fue algo más trágico. Debido a que los principios de la genética burguesa –es decir, la actualmente vigente genética mendeliana- desmentían las afirmaciones marxistas sobre la naturaleza, Lyssenko implantó una “genética revolucionaria” en que las diferencias entre los seres vivos no eran de origen genético sino que eran influencia del medio ambiente, basada en “hibridaciones”. Si bien era fácilmente refutable, la doctrina de los caracteres adquiridos fue la doctrina oficial soviética durante décadas, por el simple hecho de no contradecir al materialismo dialéctico. "La herencia de los caracteres adquiridos no es una evidencia científica, sino una creencia supersticiosa. Se ha mostrado mucho más resistente a la experimentación que otras hipótesis biológicas. Ha contribuido específicamente a retrasar el análisis del mundo vivo en general y la reproducción en particular. Podemos cortar el rabo en el nacimiento a todos los ratones de una cierta línea; al cabo de veinte o treinta generaciones, tendremos miles de ratoncitos con un rabo perfectamente normal, con la misma longitud media y el mismo grosor que sus ancestros" (F. Jacob. La lógica de lo viviente, 1970). Alain Benoist, autor de un artículo titulado “El escándalo Lyssenko”, refiere cómo se hacía ciencia en la Unión Soviética: “Si la teoría marxista contradice las leyes de la vida (y viceversa), el error, por fuerza, ha de hallarse en las leyes de la vida, razonaba Lissenko. De otra forma, el gran sueño mesiánico de Marx, Engels y Lenin de cambiar radicalmente el mundo y la naturaleza del hombre actuando sobre las "superestructuras" y sobre el medio, al término de una historia interpretada exclusivamente sobre parámetros socioeconómicos, podría demostrarse una entelequia irracional y una quimera insensata”.
Los experimentos de Lyssenko llevaron al fracaso de la agricultura y a la hambruna general en 1963, y por fin, a su destitución del cargo que ostentaba en el Instituto de Genética de Moscú al año siguiente. La pseudociencia materialista dialéctica, suscitó la cárcel de los científicos opositores y el hambre del pueblo ruso, lo que hacía reflexionar al brillante genetista francés Jacques Monod: "Que un charlatán autodidacta y fanático haya dispuesto en su país, a mediados del siglo XX, de todos los medios del poder para imponer en biología una teoría inepta y en agricultura unas prácticas ineficaces, cuando no catastróficas; que este iluminado llegara a lanzar una censura oficial sobre la enseñanza y la práctica de una de las disciplinas biológicas fundamentales, la genética, es algo que sobrepasa la imaginación".
Cómo puede ser entonces que todavía se siga planteando seriamente no sólo la delirante idea de un socialismo científico, sino que se continúe insistiendo en los méritos del materialismo dialéctico como una ciencia que estudia las leyes generales del cambio en la naturaleza. No planteamos que la dialéctica o las formas de razonar dialécticas sean falsas, incorrectas o que no hayan hecho ningún aporte a la humanidad. Lo que afirmamos es que el materialismo dialéctico es una metafísica, y por lo tanto no es ciencia. Para lo cual deberemos demostrar que no es una ciencia y entender la evolución del pensamiento dialéctico.
El método dialéctico de Hegel
Si bien los orígenes de la dialéctica se remontan a la antigua filosofía griega, siendo Heráclito uno de sus referentes principales, es en la obra hegeliana donde la dialéctica adquiere su sentido moderno. En un intento de superar la filosofía idealista de Kant, G. W. Hegel sostendrá una concepción dialéctica de la realidad, es decir, la realidad es dinámica, movimiento, transformación que surge a causa de las contradicciones internas. La realidad no es estática sino un proceso; existe un continuo fluir de contradicciones que se corresponden con los tres momentos que Fichte denominó tesis, antitesis y síntesis. En un primer momento existe la tesis, posición o afirmación, o la “realidad en sí”. La antitesis es la negación de la afirmación anterior, lo que está en sí se desgarra, se enajena y se niega desarrollándose en un “otro”. La síntesis es la negación de la negación, la superación del conflicto de los dos estados anteriores y su reconciliación en un tercero, una superación, que de forma circular se convierte en otra nueva tesis, un nuevo primer momento o afirmación que deberá ser negado y resuelto en otra síntesis, siempre de orden superior. Según Hegel la realidad se desenvuelve en estas tríadas dialécticas. El gran aporte de Hegel es intentar ver la realidad no como algo estático sino dinámico (en desarrollo), incorporando la contradicción al sistema, sin ignorarla como algo anómalo. Debemos tener en cuenta que las concepciones mecanicistas y estáticas de la física clásica newtoniana eran las concepciones dominantes, y en biología se estaba aún lejos de formularse la teoría de la evolución por selección natural de Darwin.
Para Hegel la historia humana es la revelación del Espíritu Absoluto, es decir, es teleológica, tiende a un fin. Los acontecimientos históricos son necesarios y racionales, y el Estado es la institución que asegura el cumplimiento de los fines últimos de la Historia. Si bien el pensamiento de Hegel dista mucho de estar explicado en estas líneas, lo que nos importa destacar aquí es que sobre esta concepción manifiestamente metafísica se construirán los cimientos del socialismo científico y el materialismo dialéctico. Las ideas de Hegel, Marx y Engels fueron criticadas fuertemente por Kart Popper y Jean Paul Sartre, y defendidas ardientemente por Marcuse. No nos interesa hilar tan fino. Creemos que el hecho de que el materialismo dialéctico sea una metafísica y no una ciencia, no convierte a muchos de los trabajos de Marx en una tontería, sino que es necesario ponerlos en su justa dimensión. Karl Marx era respetado por Bakunin como un analista social brillante de su época, pero nunca se dejó engañar ni por sus “descubrimientos”, ni mucho menos por su personalidad avasallante y narcisista: “Ningún camino conduce de la metafísica a las realidades de la vida. La teoría y los hechos están separados por un abismo insondable. Es imposible saltar este abismo entre la lógica y el mundo de la naturaleza y de la vida real con lo que Hegel llamaba «un salto cualitativo» del mundo.”
Los principios del materialismo dialéctico: Primera ley dialéctica
A diferencia de Hegel, Marx edificará una dialéctica no sobre la razón o la idea sino sobre la materia. De esta forma, Marx y Engels “piensan que Hegel está en lo cierto al decir que el pensamiento y el universo se encuentran en perpetuo cambio, pero que se equivoca al afirmar que los cambios en las ideas son los que determinan los cambios en las cosas. Por el contrario, las cosas nos ofrecen las ideas, y estas se modifican porque las cosas se han modificado” (Georges Politzer, Principios Elementales y Fundamentales de Filosofía, p. 102). El método dialéctico se fundamenta en tres leyes expuestas por Engels en su obra conocida como el Anti-Dühring. Las detallaremos a continuación debido a que en su fundamentación y ejemplificación se revela claramente su carácter frívolo y la retórica de aficionado con la que Engels pretendió convencer al mundo de que su materialismo dialéctico era tan científico como la Ley de Gravedad.
En primer lugar Engels sanciona una Ley de unidad y lucha de los contrarios que sostiene que todo en el universo está formado por parejas de opuestos en lucha continua, generadores de los cambios y movimientos en la naturaleza. En la naturaleza nada es estático sino que está todo en movimiento. Lo que parece estático solo lo es en forma relativa porque tanto los planetas, las estrellas y las galaxias están en perenne movimiento. Una manzana –en sentido ontológico- no es sólo una manzana en un momento determinado sino que es su evolución, su historia; fue una flor, una manzana verde, luego maduró y finalmente se descompondrá, con el fin de generar una nueva planta. Este devenir presenta fases que se suceden necesaria y naturalmente por un proceso interno inherente a la manzana llamado autodinamismo, es decir, una fuerza procedente del propio ser que se manifiesta a través de las transformaciones de la materia. Este movimiento correspondería a una Ley universal según la cual las cosas se transforman en su contrario. Una cosa no es una cosa en sí sino que también contiene a su contrario, o sea, es ella misma y su contrario. En el interior de cada cosa existen dos fuerzas opuestas, antagónicas en lucha. La cosa cuando es transformada no es por causa de una de las dos fuerzas solamente sino por la lucha de dos fuerzas en sentidos opuestos: hay una afirmación y una negación dentro de cada cosa, de cada ser, una contradicción. Esta contradicción es la raíz del cambio. Es interna, intrínseca a todas las cosas.
“Si tomamos el ejemplo de un huevo que una gallina pone e incuba vemos que en el huevo se encuentra el germen que a cierta temperatura y en ciertas condiciones se desarrolla. Este germen, al desarrollarse, dará un pollito: así este germen ya es la negación del huevo. Vemos con claridad que en el huevo hay dos fuerzas: la que tiende a que continúe siendo huevo y la que tiende a que se transforme en pollito. El huevo está, pues, en desacuerdo consigo mismo y todas las cosas están en desacuerdo con ellas mismas.
Esto puede parecer difícil de comprender, porque estamos habituados al razonamiento metafísico, y por eso debemos hacer un esfuerzo para habituarnos de nuevo a ver las cosas en su realidad” (Politzer, op.cit., p. 119).
Si las anteriores palabras de Georges Politzer –un reconocido filósofo del P.C. francés del período de entreguerras- fueran tan solo una metáfora para explicar el cambio social, la cosa terminaría allí. Pero lo que se sostiene desde el materialismo dialéctico es que las todas las cosas materiales, los procesos de la naturaleza y la sociedad tienen su afirmación y su negación. La realidad es así, porque la naturaleza es así, dialéctica. Nos preguntamos cual es la fuerza que tiende a que el huevo siga siendo huevo, si descartamos el hecho de que se nos ocurra ponerlo en una heladera para conservarlo. En donde reside, en qué parte del huevo existe semejante tendencia, que pone a un huevo en desacuerdo consigo mismo, y en qué nos basamos para sostener que un pollito es la negación del huevo. Un huevo y un pollo son verdaderamente diferentes, pero si observamos atentamente el proceso de desarrollo y su constitución genética, son lo mismo en diferentes etapas. El corte entre pollito y huevo es arbitrario, una elucubración del observador. Un huevo un segundo antes de eclosionar el pollo, ¿es un huevo o un pollito encerrado? Al contrario de lo que sostiene Politzer, no es difícil de comprender la realidad natural a través del materialismo dialéctico, sino que es bastante simple. Lo único que olvidó decirnos es cómo se logra “ver con claridad” dos fuerzas que se oponen dentro de un huevo, y el pequeño detalle de demostrarlo. La realidad es un todo complejo, que los metafísicos dialécticos convierten en un todo complicado. Engels afirmaba también que lo que es causa puede ser, según las circunstancias, efecto y viceversa, que todo es renovación constante y “que los dos polos de una antítesis, el positivo y el negativo, son tan inseparables como antitéticos el uno del otro y que, pese a todo su antagonismo, se penetran recíprocamente” (Engels; Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico). Reconociendo que no siempre es fácil aplicar el principio de unidad de los contrarios en algunos casos de la realidad, lo importante –aconseja Politzer- es retener que “la dialéctica y sus leyes nos obligan a estudiar las cosas para descubrir en ellas la evolución, las fuerzas, los contrarios que determinan esta evolución” (op .cit, p. 125). La ciencia verdadera, en cambio, opera justamente al revés; primero se estudian los casos particulares y luego se deducen las generalidades.
La pseudociencia de Marx y Engels primero estableció unas leyes generales lo suficientemente sinuosas como para ser aplicadas a cualquier caso y luego, se dedicó a aplicarla a los casos concretos. No es muy diferente a la forma de argumentar que tienen muchas sectas religiosas o los creyentes en el origen extraterrestre de los seres humanos, tan difíciles de corroborar como de refutar. Esta licenciosa ejemplificación de la que Engels hace uso se manifiesta en su burda interpretación de la matemática, encontrando dialéctica donde sólo él la ve, y ningún matemático lo hizo jamás: “también construye la contradicción de que líneas que se cortan ante nuestros ojos tienen que valer, cinco o seis centímetros más allá, como paralelas, esto es, como líneas que no pueden cortarse al prolongarlas en el infinito. Y sin embargo, con estas y otras contradicciones aún más violentas, la matemática superior produce resultados no sólo correctos, sino, además, inalcanzables por la matemática elemental” (Engels; Antidühring, p.116). Otro fantástico ejemplo que nos regala la sapiencia dialéctica, en este caso de Politzer, es el siguiente: un fenómeno tan común como el herrumbre u óxido de hierro en un instrumento metálico es causado por la “lucha entre el hierro y el oxígeno” (Politzer, p.244). O su lírica descripción de la vida y la muerte como una lucha entre contrarios, es decir, que la vida se transforma en muerte porque tiene una contradicción interna, habiendo unidad en las fuerzas contrarias, así como la concepción de que la vida es una conquista sobre lo no-vivo. Esta noción de la vida y la muerte como dos fuerzas que luchan entre sí, está profundamente vinculada al animismo metafísico y la creencia religiosa de que la muerte tiene existencia real, una entidad, en lugar de presentar a lo muerto como aquello ausente de vida.
Segunda Ley Dialéctica
La segunda ley dialéctica es la de conversión de la cantidad en cualidad y viceversa. Según se afirma, tanto el aumento como la disminución de la cantidad de materia transforman la cualidad de la misma, suponiendo un mejoramiento, un progreso de los seres. El ejemplo obvio y citado hasta el hartazgo lo constituye el cambio brusco que se produce en los cambios de estado del agua. Es bien sabido que en condiciones de presión normales el agua se mantiene en estado líquido entre los 1 y los 99 grados, y que por debajo de ese punto se solidifica en hielo y por encima hierve transformándose en estado gaseoso. La acumulación gradual de calor (cambio cuantitativo) no afecta el estado líquido del agua, pero al llegar a 100 grados se transforma súbitamente en vapor (salto cualitativo). “El paso cualitativo a un nuevo estado sólo es posible mediante la victoria de una de las fuerzas contrarias sobre la otra” (Politzer, p.233). Esta Ley general de la dialéctica de la naturaleza y de la sociedad reduce el papel de las ciencias a investigar cuales son los cambios de cantidad que se necesitan para alcanzar el salto cualitativo, algo que Engels aseguraba de antemano que ocurriría inevitablemente. Los cambios cuantitativos no son cambios manifiestos, son graduales, mientras que los cambios cualitativos ocurren súbita y repentinamente, siendo resultado de esa serie de cambios inadvertidos. Los ejemplos que acompañan tan trascendental Ley de la naturaleza y la sociedad descubierta por Engels son nuestros viejos conocidos protagonistas: el pollito con su huevo, la manzana y la flor. Pero -según cree Engels- se agregan importantes confirmaciones estudiando un poco de Historia. “Para terminar, vamos a apelar a otro testimonio más de la mutación de cantidad en calidad, a saber, Napoleón. Este describe el combate de la caballería francesa, de jinetes malos, pero disciplinados, contra los mamelucos, indiscutiblemente la mejor caballería de la época en el combate individual, pero también indisciplinada: Dos mamelucos eran sin discusión superiores a tres franceses, 100 mamelucos equivalían a 100 franceses; 300 franceses eran en general superiores a 300 mamelucos, y 1.000 franceses aplastaban siempre a 1.500 mamelucos” (Engels, Antidühring, p.119). ¿Se puede encontrar un ejemplo más burdo? Sí, si recurrimos a los ejemplos de Politzer en nuestro auxilio. Un candidato a un cargo político que necesita 60.233 para ser elegido, obtiene su salto cualitativo justamente con el voto 60.233. Mientras que los votos se iban sumando de a uno se producía una acumulación gradual de sufragios, cuantitativa, pero al alcanzar la cifra que le permitía acceder al cargo el candidato se convierte en diputado o funcionario estatal, el salto cualitativo, repentino. De más está decir que la sociedad funciona de la misma manera, y que los cambios cuantitativos en el modo de producción capitalista nos llevaran a un salto cualitativo o revolución.
Los cambios cualitativos se producen necesariamente, luego de una acumulación cuantitativa. Si tomamos un jarro de agua y lo echamos al fuego al llegar a 100 grados hervirá y si lo dejamos allí el tiempo suficiente el contenido total del jarro se evaporará. Solo que si en vez de poner al fuego el mismo jarro con agua lo dejamos al sol en la ventana de nuestra casa, su contenido se evaporará de todos modos sin haber nunca llegado a hervir. Entonces no hay salto cualitativo por la acumulación cuantitativa y gradual. Si razonáramos como Engels haciendo generalizaciones a través de analogías, podríamos llegar a la penosa conclusión que la revolución es imposible. Recordemos que el planteo de Engels es que esta es una ley natural, tan natural como las leyes de la física. Esta estupidez intelectual generaría risa sino fuera por las funestas consecuencias que generó. El sabelotodo y obsecuente stalinista que fue Politzer creía poder impugnar al genetista Weissman, rival de Lyssenko, acusando de metafísicos y mecanicistas a los científicos que sostenían que en los genes (el material hereditario) se encontraban las claves del desarrollo del ser vivo. Sostenía que si el medio ambiente no alteraba el material hereditario, no se podía comprender la aparición de las nuevas variedades, lo cual sólo era posible por la acumulación de cambios cuantitativos que se transformaban en cambios cualitativos, citando en su apoyo a la ya por ese entonces superada y anticuada Dialéctica de la Naturaleza de Engels. Demás está decir que era Weissman el que estaba en lo cierto.
Además los saltos cualitativos son con frecuencia un progreso, un paso de lo inferior a lo superior, son un movimiento ascendente y progresivo. Esto se manifiesta palmariamente en la evolución de las sociedades: la sociedad salvaje es inferior a la sociedad antigua, ésta es a la sociedad feudal, y por fin, el capitalismo, superación de todas las anteriores formas sociales será superado por el socialismo. Si las teorías científicas se midieran por su capacidad de predicción, hace tiempo que ya nadie hablaría del socialismo como ciencia. Desde el punto de vista de la segunda ley de la dialéctica, “desear la revolución sin crear las condiciones necesarias para ella es incuestionablemente hacerla imposible” (Politzer, p. 226). Es decir, el “aventurerismo de izquierda” –como denominaba Lenin al anarquismo- repudia la necesidad de preparar el cambio cualitativo mediante la evolución cuantitativa, para impedir la verdadera acción revolucionaria, por lo tanto es enemigo de la revolución. Ya conocemos las consecuencias de semejante forma de pensar: miles de muertos, desterrados, presos y torturados por la maquinaria del socialismo científico bolchevique.
Tercera Ley Dialéctica
La tercera ley de la dialéctica es la de negación de la negación. El cambio se produce en tríadas dialécticas: tesis, antitesis y síntesis. La síntesis es la negación de la antitesis, que a su vez era la negación de una afirmación (tesis). La síntesis reúne lo bueno de la antitesis y la tesis que estaban en contradicción. La síntesis es un progreso, una fase superior a las dos anteriores, y también es una afirmación (una nueva tesis) que será el germen de un nuevo proceso dialéctico superador. “Pensemos en un grano de cebada. Billones de tales granos se muelen, se hierven y fermentan, y luego se consumen. Pero si un tal grano de cebada encuentra las condiciones que le son normales, si cae en un suelo favorable, se produce en él, bajo la influencia del calor y de la humedad, una transformación característica: germina; el grano perece como tal, es negado, y en su lugar aparece la planta nacida de él, la negación del grano. Pero ¿cuál es el curso normal de la vida de esa planta? La planta crece, florece, se fecunda y produce finalmente otros granos de cebada, y en cuanto que éstos han madurado muere el tallo, es negado a su vez. Como resultado de esta negación de la negación tenemos de nuevo el inicial grano de cebada, pero no simplemente reproducido, sino multiplicado por diez, veinte o treinta” (Engels, Antidühring, p.120). Si el progreso como lo entiende Engels, si la negación de la negación es una etapa superior a las dos anteriores, lo cual se manifiesta en el grano de cebada multiplicado, esta superioridad es cuantitativa. Más adelante Engels afirma que los jardineros que cultivan flores ornamentales, tratando y seleccionando semillas producen flores más hermosas, cualitativamente mejoradas, gracias a la negación de la negación; en este caso la superación es cualitativa. Con estos criterios científicos tan laxos, un observador –en este caso el propio Engels- podrá encontrar siempre en cualquier género de vida animal o vegetal pruebas de mejoramiento, de progreso y evolución hacia una instancia o fase superior, porque donde no hay un aumento cuantitativo, lo habrá cualitativo, más aún si como Engels pensamos que una orquídea más hermosa es superior a una que seguramente no será de su gusto. Engels alude luego a las mariposas y su desarrollo, y nos explicita claramente su objetivo: “lo único que pretendemos aquí es mostrar que la negación de la negación tiene realmente lugar en los dos reinos del mundo vivo. Por otra parte, toda la geología es una serie de negaciones negadas, una serie de sucesivas destrucciones de viejas formaciones rocosas y depósito de otras nuevas” (idem, p.126). Así, de un plumazo, se pretende hacer creer al mundo que reposa sobre la contradicción dialéctica, y que encima éste es un razonamiento científico.
La cosa no queda ahí; para nuestro docto sabelotodo también en las matemáticas anida la negación de la negación. “Tomemos una magnitud algebraica cualquiera, a. Negándola tenemos –a (menos a). Negando esta negación, multiplicando –a por –a, tenemos +a², es decir, la magnitud positiva inicial, pero a un nivel más alto, a saber, la segunda potencia.”(idem, p.128). El genetista Jacques Monod, autor del celebrado libro El azar y la necesidad afirma que la forma en que Engels utiliza estos ejemplos “ilustran sobre todo la amplitud del desastre epistemológico que resulta de la utilización ‘científica’ de las interpretaciones dialécticas. Los dialécticos materialistas modernos evitan en general caer en parecidas tonterías. Pero hacer de la contradicción dialéctica la ‘ley fundamental’ de todo movimiento, de toda evolución, no deja de ser un intento de sistematizar una interpretación subjetiva de la naturaleza que permite descubrir en ella un proyecto ascendente, constructivo, creador; volverla, en fin, descifrable, y moralmente significante. Es la ‘proyección animista, siempre reconocible, sean cuales sean los disfraces” (p. 48). Demás está decir que el carácter animista del materialismo dialéctico no solo excluye el postulado de objetividad sino que es incompatible con la ciencia. Tan es así, que el mismo Engels rechazó el segundo principio de termodinámica y el aspecto selectivo de la evolución en la teoría de Darwin –dos descubrimientos que revolucionaron las ciencias en general- por no encajar en su teoría dialéctica. Con todo desparpajo, Engels nos ilustra sobre la magnitud de la tercera ley de la dialéctica: “¿Qué es, pues, la negación de la negación? Es una ley muy general, y por ello mismo de efectos muy amplios e importante, del desarrollo de la naturaleza, la historia y el pensamiento; una ley que, como hemos visto, se manifiesta en el mundo animal y vegetal, en la geología, en la matemática, en la historia, en la filosofía…” (Engels, idem, p.130).
El materialismo histórico de Marx hace hincapié fundamentalmente en esta ley dialéctica ya que cuando las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones sociales de producción se inicia un período de lucha, transformación que conducirá a la liquidación del sistema o modo de producción, estableciéndose un nuevo período superior –una superación con respecto al modo de producción precedente- reiniciándose nuevamente el proceso. De esta forma es posible la evolución, el cambio y el progreso en la Historia, a través de la lucha de clases.
Conclusiones
Si bien los análisis de Marx -a diferencia de los de Engels- son mucho más ricos y complejos que la reseña anterior, no nos preguntamos cuanto de verdad hay ellos sino por qué han sido sus estudios sobre el cambio social considerados como palabra sagrada en ciencias sociales por tanto tiempo (por no mencionar a los partidos y a los gobiernos que les otorgan carácter de verdad única, oficial e indiscutible). La mayoría de los investigadores sociales que aplican las ideas de Marx a los estudios históricos, sociológicos o antropológicos ya no toma en serio las ridículas afirmaciones de Engels que se expresan en obras como El Antidühring, La Dialéctica de la Naturaleza o Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico. Pero no se puede simplemente mirar para otro lado y sostener que los trabajos de Marx son “algo diferente”, o que son “mucho más serios y científicos” que los de su amigo y socio, cuando ambos son totalmente responsables de la interpretación y reformulación de la filosofía de Hegel, y su aplicación al estudio de la Historia y al análisis de las sociedades. Marx era mucho más inteligente y brillante que Engels, eso es indudable. Pero pensar que Karl Marx hubiera censurado a Engels, en caso de haberse enterado de los disparates que son manifestados por su camarada acerca del mundo físico y natural en las tres obras anteriormente mencionadas, sería propio de ingenuos. Equivaldría a sostener que Lenin no era responsable de la represión a los revolucionarios de Kronstadt porque las acciones las dirigía Trotsky, su subordinado; o creer que no se puede acusar a Hitler de las barbaridades de Auschwitz, porque él no estaba al tanto de lo que allí ocurría. La obra de Marx es útil, su lectura provechosa y sus análisis fructíferos sólo si se toma parcialmente y olvidando su supuesto carácter científico. Un modo de producción, una clase social, la distinción entre superestructura/estructura[1] y decenas de conceptos –algunos verdaderamente originales- no tienen existencia real, no son entidades objetivas como suponían Marx y Engels sino construcciones del investigador, del observador. El sentido común indica que si la naturaleza no es dialéctica en el sentido que le otorgan Engels y Marx, tampoco es necesario que lo sea la totalidad de la Historia y la vida social. Las analogías y extrapolaciones que se hicieron desde la evolución y la historia del mundo social hacia el universo material, natural y físico, le dan ese tinte determinista, fatalista, de certeza inconmovible que presenta la pseudo ciencia del materialismo dialéctico y el materialismo histórico. Este dogma infalible se convierte en autoritarismo pseudo científico en la afirmación de Engels –consignada en el capítulo II de su libro Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico- de que sólo siguiendo el camino dialéctico “llegamos a una concepción exacta del Universo, de su desarrollo y del desarrollo de la humanidad, así como de la imagen proyectada por ese desarrollo en las cabezas de los hombres”. Es el fundamento de la teoría del Partido Único dueño de la verdad, encargado de guiar a la Revolución, condenando a cualquier expresión disidente a la persecución policial del Partido o del Estado.
[1] Las nociones de estructura económica (infraestructura) y la estructura social, política e ideológica (superestructura) son resumidas por Marx en el Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política: “en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. (Obras Escogidas, Tomo II, p. 518, Editorial Progreso).
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Muerto el perro...
Muerto el perro…
Primero fueron exterminados los lobos, porque competían por las mismas presas y diezmaban su ganado. Algunas de sus crías sobrevivientes, fueron retenidas por los cazadores, tal vez por compasión, tal vez por admiración a sus cualidades naturales excepcionales. Desde épocas remotas los humanos los criaron, seleccionando a los más dóciles y obedientes. Después los cruzaron para obtener variedades y razas que resultaran útiles a sus intereses. Sin darse cuenta, moldearon animales que reproducían muchas de sus formas sociales y culturales, dentro de las cuales convivían: falderos, policías, ratoneros, pastores, de guarda o vigilancia, de trineo, rastreo, rescate, caza o compañía.
Los humanizaron tanto que les atribuyeron hazañas, los incorporaron a sus mitos y a la literatura, les dieron nombres propios, hogares, oficios, virtudes y defectos. Les robaron sus instintos sólo para devolvérselos transformados, convertidos en “los mejores amigos del hombre”.
Viven sus existencias penando entre la basura y bebiendo agua de los desagües, encerrados, encadenados en las casas, perfumados, de peluquería en peluquería, rodeados de afecto o gaseados en perreras municipales, golpeados, apaleados, apedreados, o también mimados, engordados y homenajeados en cementerios de mascotas. Les otorgamos responsabilidades, los explotamos y les exigimos fidelidad para con nosotros y ferocidad hacia los extraños.
Entonces pasa aquello que quisiéramos que nunca pasara: el perro desagradecido, muerde la mano de quien le da de comer. Y lo sacrificamos, por traidor, asesino y único responsable del crimen de obedecer a sus instintos lobunos, que arteramente escondía en lo más oscuro de su ser.
“Un perro de la raza Rottweiler mató a un bebé de 11 meses en las afueras de Mar del Plata. El hecho ocurrió en una casa de Estación Camet, donde el perro se lanzó al ataque, lo arrebató de los brazos de su abuela y le dio feroces mordidas que le causaron la muerte en forma instantánea.
Fuentes policiales informaron que el chico era hijo único de un matrimonio de clase media. Todas las mañanas dejaban al chico con sus abuelos, para ir a trabajar.
El animal habitualmente permanecía encerrado, pero esta vez estaba suelto en el parque de la casa. Su dueño, el abuelo del bebé, lo había llevado a la casa para reforzar la seguridad.
El abuelo del bebé pidió a la Policía que sacrificara al Rottweiler.”
(La Razón, 18 de marzo de 2005).
El perro vivía encadenado y enrejado en un canil de escasas dimensiones. Cumplía la función de guardián y protector; sus dientes estaban destinados a los posibles ladrones o extraños merodeadores. Era la tranquilidad, la seguridad, la garantía de la propiedad, la defensa de la vida, el respeto y el temor de los otros. Era como tener un policía en la casa, o mejor dicho, ése era su oficio. Ahora el perro será sacrificado por sus colegas humanos uniformados. Aunque nadie asume que el bebé murió por nuestra enferma obsesión por la seguridad.
Nuestros perros son la expresión de la sociedad en la eque vivimos, de cómo los educamos y criamos y de los valores que pretendemos adopten (en realidad algo imposible). Los tratamos como a personas y como a cosas al mismo tiempo. Pero lo mismo hacemos con nuestros congéneres: a los hombres y mujeres los tratamos como a perros o como cosas. Ponemos hombres tras las rejas o los convertimos en policías, igual que a los perros. Balazos, mordidas, gases lacrimógenos, ladridos e insultos; fragmentos de una sociedad que nosotros mismos construimos, salvaje y humana.
Lobisón
Primero fueron exterminados los lobos, porque competían por las mismas presas y diezmaban su ganado. Algunas de sus crías sobrevivientes, fueron retenidas por los cazadores, tal vez por compasión, tal vez por admiración a sus cualidades naturales excepcionales. Desde épocas remotas los humanos los criaron, seleccionando a los más dóciles y obedientes. Después los cruzaron para obtener variedades y razas que resultaran útiles a sus intereses. Sin darse cuenta, moldearon animales que reproducían muchas de sus formas sociales y culturales, dentro de las cuales convivían: falderos, policías, ratoneros, pastores, de guarda o vigilancia, de trineo, rastreo, rescate, caza o compañía.
Los humanizaron tanto que les atribuyeron hazañas, los incorporaron a sus mitos y a la literatura, les dieron nombres propios, hogares, oficios, virtudes y defectos. Les robaron sus instintos sólo para devolvérselos transformados, convertidos en “los mejores amigos del hombre”.
Viven sus existencias penando entre la basura y bebiendo agua de los desagües, encerrados, encadenados en las casas, perfumados, de peluquería en peluquería, rodeados de afecto o gaseados en perreras municipales, golpeados, apaleados, apedreados, o también mimados, engordados y homenajeados en cementerios de mascotas. Les otorgamos responsabilidades, los explotamos y les exigimos fidelidad para con nosotros y ferocidad hacia los extraños.
Entonces pasa aquello que quisiéramos que nunca pasara: el perro desagradecido, muerde la mano de quien le da de comer. Y lo sacrificamos, por traidor, asesino y único responsable del crimen de obedecer a sus instintos lobunos, que arteramente escondía en lo más oscuro de su ser.
“Un perro de la raza Rottweiler mató a un bebé de 11 meses en las afueras de Mar del Plata. El hecho ocurrió en una casa de Estación Camet, donde el perro se lanzó al ataque, lo arrebató de los brazos de su abuela y le dio feroces mordidas que le causaron la muerte en forma instantánea.
Fuentes policiales informaron que el chico era hijo único de un matrimonio de clase media. Todas las mañanas dejaban al chico con sus abuelos, para ir a trabajar.
El animal habitualmente permanecía encerrado, pero esta vez estaba suelto en el parque de la casa. Su dueño, el abuelo del bebé, lo había llevado a la casa para reforzar la seguridad.
El abuelo del bebé pidió a la Policía que sacrificara al Rottweiler.”
(La Razón, 18 de marzo de 2005).
El perro vivía encadenado y enrejado en un canil de escasas dimensiones. Cumplía la función de guardián y protector; sus dientes estaban destinados a los posibles ladrones o extraños merodeadores. Era la tranquilidad, la seguridad, la garantía de la propiedad, la defensa de la vida, el respeto y el temor de los otros. Era como tener un policía en la casa, o mejor dicho, ése era su oficio. Ahora el perro será sacrificado por sus colegas humanos uniformados. Aunque nadie asume que el bebé murió por nuestra enferma obsesión por la seguridad.
Nuestros perros son la expresión de la sociedad en la eque vivimos, de cómo los educamos y criamos y de los valores que pretendemos adopten (en realidad algo imposible). Los tratamos como a personas y como a cosas al mismo tiempo. Pero lo mismo hacemos con nuestros congéneres: a los hombres y mujeres los tratamos como a perros o como cosas. Ponemos hombres tras las rejas o los convertimos en policías, igual que a los perros. Balazos, mordidas, gases lacrimógenos, ladridos e insultos; fragmentos de una sociedad que nosotros mismos construimos, salvaje y humana.
Lobisón
lunes, 15 de enero de 2007
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Crecimiento demográfico, ecología y anarquismo
CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO, ECOLOGÍA Y ANARQUISMO
Introducción
El constante deterioro de la ecología provocada por la sociedad industrial ha provocado el surgimiento de numerosas organizaciones y grupos -independientes o gubernamentales- que aspiran a que la humanidad tome conciencia de dicho problema, así como frenar o disminuir la contaminación, la deforestación o el agujero de ozono. Otro tanto ocurre -aunque en mucha menor medida- con el problema de la explosión demográfica y la superpoblación. Todas estas organizaciones, sin excepción, tienen una política reformista basada en el convencimiento de que es posible detener la destrucción medioambiental sin necesidad de alterar los cimentos del capitalismo industrial, de su racionalidad económica, sus relaciones sociales o las formas básicas de organización política y social. Aspiran a un capitalismo más humano, a una sociedad más justa y equitativa, a un mundo con conciencia "verde", es decir, empresarios que comprendan que plantar árboles puede ser también un negocio, a gobiernos que hagan programas de incremento de la productividad sin desertizar el suelo, a programas de reproducción asistida y planificación familiar para disminuir la pobreza causada por tener una prole numerosa. Tal vez no haya que dudar de sus buenas intenciones. Tal vez. Pero podemos dudar no ya solo de la efectividad o aplicabilidad de dicho accionar, sino de la posibilidad cierta de detener la catástrofe ecológica y demográfica que se avecina si no cambiamos de raíz la sociedad industrial, si no reemplazamos el sistema productivo actual por una sociedad sin explotadores ni gobernantes, basada en una racionalidad diferente. El objeto de este artículo es demostrar que sin una revolución social no será posible evitar un holocausto ecológico, la destrucción del planeta a una escala nunca antes vista y la muerte de gran parte de la población mundial.
El problema
El principal problema ecológico no es la contaminación, la extinción de las ballenas o el agujero de la capa de ozono. Es una razón mucho menos popular a ojos de los ecologistas: es el crecimiento demográfico. Esto se debe a que las poblaciones humanas tienen un crecimiento exponencial, es decir, tienen una tasa de crecimiento. Esa tasa se indica en porcentajes de crecimiento. En poblaciones reducidas ese crecimiento es apenas perceptible, pero no ocurre lo mismo en poblaciones mayores. Esa es la trampa fundamental de este tipo de crecimiento. Imaginemos un estanque con un alga que para reproducirse se duplica una vez al día y en treinta días cubre la totalidad de su superficie. ¿Cómo está el día veintinueve?. Por la mitad. Algo parecido ocurre con las poblaciones humanas. Lo lamentable es que los seres humanos consideran que el día treinta nunca llegará. De todos modos el mundo nunca albergará a tantos seres humanos que terminaremos cayéndonos al mar. Mucho antes de esto la propia naturaleza tomará las medidas necesarias para eliminar el "excedente". Y lamentablemente serán drásticas, tanto que comprometerán todas las formas de vida actualmente existentes. El hambre y las enfermedades serán los reguladores.
El mundo ronda los seis mil millones de habitantes. Cada año se incorporan al mundo cien millones de niños. Se calcula que en unos cuarenta años doblaremos la población mundial actual. El mundo deberá producir el doble de los alimentos que ya produce, consumir el doble de agua, petróleo, casas, etc. Todo esto en un mundo más desertizado, más deforestado, con sus reservas acuíferas comprometidas.
La destrucción
Hoy se extrae el agua del suelo y napas subterráneas más rápido de lo que la naturaleza las repone. Cada vez hay que hacer pozos más profundos y éstos una vez agotados pueden quedar inutilizados. En las llanuras de Ogallala, una zona cerealera de los Estados Unidos, el agua de las napas subterráneas usada para regadíos desciende a un promedio de 1,5 metros por año. En caso de que se agotaran los recursos acuíferos la agricultura norteamericana sufriría un golpe muy fuerte, así como aquellos países que importan cereales de ese país. Esto a ejemplo ilustrativo. Pero la escasez de agua es un problema en casi todas las grandes ciudades de países subdesarrollados, desde Pekín o Bombay hasta Buenos Aires. Y no sólo es escasa sino que aumenta su grado de contaminación. Millones de personas envían sus desperdicios y excrementos a los ríos y al subsuelo, de donde extraerán luego el agua que beberán. A esto debemos agregarle la contaminación industrial.
Otro problema es la desertización. Los abonos químicos son paliativos, pero no una solución a éste problema. Hay quienes sostienen, especialmente desde sectores de la Iglesia, que las reservas de alimentos podrían dar de comer a una población diez veces mayor que la actual. Estas proposiciones formuladas desde la estupidez y la ignorancia pretenden utilizar la totalidad de la superficie del planeta para producir alimentos. Esto es imposible porque implicaría desmontar todos los bosques de la Tierra, con su consecuente catástrofe ecológica. El desmonte forestal tanto para la creación de praderas de pastoreo como para la producción de maderas y papel ha provocado la desertización de gran parte del Amazonas brasileño, más la destrucción de la biodiversidad. Convertimos bosques en papel. Papel para publicar todas las imbecilidades que publican diarios y revistas, para llenar de expedientes los juzgados, para envoltorios de chicles y cigarrillos, para emitir facturas, para cajas de cartón de vino o de televisores. Un diez por ciento del territorio cultivable australiano se convirtió en desierto por obra de la acción humana. La productividad de la llanura pampeana desciende año tras año. Y cada vez hacen falta más alimentos.
Las víctimas
La población mundial hacia 1650 se calcula en unos quinientos millones de habitantes, unos mil millones hacia 1800 y dos mil millones en 1930. De los seis mil millones actuales el 75% son pobres parcial o totalmente. Y unos mil quinientos millones de personas padecen hambre crónica. El aumento demográfico de los próximos años redundará en un fuerte aumento de las tasas de mortalidad. De los cien millones de personas que se incorporan al mundo cada año el 80% son pobres. El aumento de la inmigración legal o ilegal, con el recrudecimiento de la xenofobia tienen aquí una de sus causas.
En la India en los años '70 debido a un desastre en las cosechas murieron 800.000 personas de hambre sólo en sus tres estados más pobres. En Africa tropical se calculaba que para 1980 el 44% de sus habitantes padecían desnutrición y un quinto de la población sufría problemas de salud a causa del hambre. Estas tendencias a la escasez y hambrunas son cíclicas y cada vez más frecuentes, combinadas con convulsiones políticas y genocidios, como los casos de Ruanda, Burundi y Etiopía. Con una tasa de crecimiento poblacional del 2% anual las perspectivas son negras, ya que la producción mundial de cereales lo hace a un ritmo de 0,9% anual.
La mortalidad infantil en Malí es de 175 niños cada mil nacimientos y en Pakistán 120 cada mil. Esta también es la tasa de mortalidad infantil de algunas regiones en las provincias del noroeste argentino. La pobreza es el principal problema de salud mundial y en especial en los países pobres. Las familias numerosas son el único reaseguro de los pobres, porque un alto número de hijos proporciona un mayor número de ingresos en el futuro, pero aumenta también las bocas que alimentar y las tasas de mortalidad. Es un círculo vicioso. La desesperación tanto como la desertización y la baja rentabilidad agrícola impulsan a los campesinos a las ciudades generándose aglomeraciones urbanas, la mayor parte de estas en el Tercer Mundo. Bombay tiene unos 15 millones de habitantes y la mitad de ellos vive en ranchos. Medio millón de personas viven en la calle.
Se objetará que muchas de estas desgracias son evitables con un reparto mejor, más equitativo. Lamentablemente no es así. Si repartiéramos equitativamente los alimentos entre todos los habitantes de la Tierra ya no alcanzarían, según los últimos cálculos. Unos 1.000 millones padecerían una alimentación inadecuada. La igualdad no deja de ser deseable, pero con ella sola no alcanza, al menos hoy en día. Por eso las perspectivas son desalentadoras y la urgencia de un cambio revolucionario se hace cada vez más necesaria, imprescindible. Si no hacemos una revolución que trastoque de raíz la situación actual, lo hará la naturaleza por nosotros, y no quedará mucho para repartir después.
Los victimarios
La explosión demográfica y el deterioro ecológico tienen su origen en el modo de producción capitalista. Cuando surgió el capitalismo industrial las poblaciones comenzaron a aumentar cada vez más rápido. Las condiciones de vida en los siglos XVIII y XIX eran peores en Europa que en muchos países subdesarrollados hoy. Sólo en el siglo XX la calidad de vida del mundo desarrollado pegó un salto nunca antes visto, pero a costa de un mayor deterioro del nivel de vida de los países subdesarrollados.
El capitalismo necesita grandes concentraciones urbanas para desarrollarse, de gente que necesite pagar para satisfacer sus necesidades básicas porque no puede autoabastecerse. La necesidad obliga al trabajador a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas -quienes se quedan con una parte de su producto- y a comprar sus alimentos, vestido, techo, educación y salud en un mercado capitalista al que retorna el magro sueldo obtenido. Cuantos más habitantes tenga un país mayor será la posibilidad de que se conviertan en clientes de cualquier empresa. En un mundo globalizado, con costes de transporte y comunicación cada vez menores, el mercado son todos los habitantes del planeta. Se podría argumentar que es mejor un mercado pequeño y de alto poder adquisitivo como es el caso de Europa, que un mercado gigante y de ingresos magros. Por empezar el poder adquisitivo europeo, norteamericano o japonés se debe a que el resto de los países fueron, son y serán esquilmados por el mundo desarrollado. No vamos a discutir un punto tan obvio y resabido. El desinterés o despreocupación de los empresarios y gobernantes del mundo por la superpoblación se basa en creer que como el progreso ha ido hasta ahora de la mano del crecimiento demográfico, esto siempre será así. Una población mayor implica también más consumidores. Y hasta los más pobres algo consumen -sino no podrían sobrevivir- y ese consumo deja ganancias. Millones de toneladas de cereales, arroz y comidas baratas, millones de encendedores chinos, cigarrillos, alcohol (entre los pobres tal vez más), ropa barata, chapas baratas para las casas, todo barato y de mala calidad, como la calidad de vida de sus consumidores. En el capitalismo todo es mercancía. Una población mayor significa un ejército mayor, es decir, más carne de cañón, más súbditos para gobernar, mayor poder para el Estado y sus gobiernos.
Los economistas consideran beneficioso el crecimiento demográfico y sostienen que los grupos numerosos pueden disfrutar de ventajas colectivas mayores que los grupos pequeños. En 1969 el economista Colin Clarck predijo que la India se convertiría en una década en el país más poderoso de la Tierra en virtud de su crecimiento poblacional. ¿Hace falta un comentario?. A fines del siglo XVIII en Europa hubo una gran demanda de mano de obra infantil. Como consecuencia se estimuló la crianza de hijos porque eran un ingreso extra a las familias paupérrimas, y los capitalistas los preferían por que eran más dóciles y se les pagaba menos que a los adultos. El antropólogo Marvin Harris describe la situación de la siguiente manera: "los niños que antes habrían sido descuidados, abandonados o matados en la infancia gozaron del dudoso privilegio de vivir hasta la edad de entrar a trabajar en una fábrica durante unos años, antes de sucumbir a la tuberculosis."
Como sostiene el demógrafo Paul Ehrlich "el capital busca por todo el mundo mano de obra barata, y el crecimiento demográfico es garantía de que va a sobrar... La mayoría de las personas ignora que, al menos en las naciones ricas, el crecimiento económico constituye la enfermedad y no el remedio". Lo que hoy consideramos como producción genera graves daños al medio ambiente, aunque no figure en la lista de los "costos". Para ellos el horror lo constituye el estancamiento. Por supuesto que en una situación de crecimiento demográfico el estancamiento equivale a empobrecimiento. Pero la sobrecarga del sistema ecológico global tampoco podrá soportar un crecimiento sostenido por muchos años más. En la sociedad prima la racionalidad económica. El sistema necesita de economistas y empresarios, no de demógrafos y ecologistas (estos sólo serán deseables si sus "aportes" aumentan la rentabilidad). Hacen falta consumidores y policías, y no críticos o anarquistas. Pensemos cuántos estudiantes de economía se incorporan a la UBA por año y cuántos de geografía, la única carrera que apenas roza el problema demográfico y el ecológico; la proporción es de 100 a 1.
Racionalidad capitalista
¿Qué es lo que busca un empresario cuando invierte?. Rentabilidad, es decir obtener beneficios económicos. El beneficio económico en el capitalismo puede traducirse como ganancia monetaria. Las empresas que no son rentables tienden a desaparecer, con la excepción de ciertos servicios estratégicos que pueden ser subvencionados por el Estado, como es el caso de los ferrocarriles. La ley de la oferta y la demanda hace que si un producto comience a escasear, su precio aumente, compensando el volumen de ventas menor. Si hay menos árboles, el precio de la madera sube, si el petróleo es más escaso suben los precios de sus derivados. Si la merluza -hace escasos diez años el pescado más barato de la Argentina- escasea por la sobreexplotación, aumenta su precio (en nuestro país subió un 200%). Si los costos de extracción aumentan como ocurre con el agua- que requiere de pozos más profundos, procesos de desalinización y de descontaminación- el precio del servicio sube porque la empresa que lo suministra no estará dispuesta a perder dinero. También si es más rentable envasar gaseosas en botellas de plástico descartables en lugar de utilizar vidrio reciclable, como era antiguamente, no importa el impacto ambiental de miles de toneladas de plástico inservible. Muchos podrán opinar que el Estado por intermedio de leyes puede impedir la contaminación. Es verdad, mientras los consumidores asuman el costo de la reconversión a sistemas menos agresivos con el ecosistema mediante un nuevo aumento de precios. De todos modos lo que importa es obtener un rendimiento inmediato del capital. Si la destrucción de las ballenas por los japoneses o la Amazonia por los deforestadores otorga beneficios, los empresarios no dudarán en hacerlo. Esa es la realidad. De la misma forma no dudan en trasladar sus empresas a las zonas de mayor pobreza a fin de obtener mano de obra más barata. La economía en boga sostiene que los recursos son ilimitados y una vez agotado un recurso siempre surgirá otro para reemplazarlo. Cuando se agotó el carbón de hulla como combustible se utilizó petróleo, luego energía eléctrica y ahora el gas natural. Cuando el petróleo se agote descubriremos algo que lo reemplace. Seguramente, pero nada podrá reemplazar el agua contaminada, los bosques convertidos en desiertos, las especies animales y vegetales extinguidas. Pero las sustituciones no siempre han sido exitosas. La forma de energía más desarrollada, la energía nuclear, ha acarreado tantos problemas como beneficios. La energía hidroeléctrica que se creía inocua provoca graves trastornos medioambientales.
Los capitalistas creen que el crecimiento de beneficios puede ser ilimitado, pero la naturaleza tiene límites y la producción no puede crecer de manera ilimitada. Todos los incrementos en fuerza de trabajo, capital, tierras y recursos que se emplean en la producción constituyen una intensificación. El punto principal es que la intensificación conduce a una disminución del rendimiento y esto provoca una disminución de la calidad de vida humana. Y la única forma de superar este problema es pasar a tecnologías más eficaces. Este es el mecanismo del progreso en el capitalismo. Los cambios tecnológicos son una respuesta a la escasez de recursos, al aumento de población y del costo de vida. Aparentemente el capitalismo de la mano de la ciencia y la tecnología ha ganado la batalla al crecimiento demográfico, a la intensificación y al descenso del rendimiento. Pero es una victoria momentánea. Y sólo para aquellos que no padecen el hambre y las enfermedades que obsequia el sistema a la mayoría. Es una victoria con pies de barro.
La revolución verde en la agricultura es en realidad la incorporación del petróleo, máquinas, fertilizantes, herbicidas y fungicidas e insecticidas a los procesos de producción agrícola. Marvin Harris cita un estudio de David Pimentel, de la Universidad de Cornell, en el que se especifica lo siguiente: "hoy se emplean en EE.UU. 2790 calorías de energía para producir y ofrecer una lata de cereales que contiene 270 calorías. En la actualidad la producción de carne requiere déficits energéticos aún más prodigiosos: 22.000 calorías para producir 100 gramos (que contienen las mismas 270 calorías de la lata de cereales). La naturaleza burbujeante de este modo de producción puede observarse en el hecho de que si el resto del mundo adoptara repentinamente las proporciones energéticas características de la agricultura estadounidense, todas las reservas conocidas de petróleo se agotarían en 11 años." ¿Cuánto puede durar este desequilibrio?. Si pasáramos a tecnologías menos eficaces pero más racionales ecológicamente y no económicamente sobrevendría el hambre. La salida es la hambruna generalizada o la destrucción del ecosistema con mayor intensificación de la producción e inversión tecnológica. A la larga o a la corta todos los caminos conducen a la pobreza y el hambre de la mayoría. Por lo visto, parece imposible conjugar las necesidades del sistema capitalista con el mantenimiento del ecosistema.
Ecología y anarquismo
Se puede ser anarquista y no interesarse de los problemas ecológicos. El anarquismo es una filosofía que no tiene como objeto el conservacionismo, el control demográfico o una conciencia "verde". Su objetivo es la libertad humana, la igualdad y la solidaridad, desterrando la explotación y la autoridad. Pero un sistema comunista libertario sería poco sensato si desconociera la gravedad de los problemas anteriormente expuestos. Es más, no tendría muchas posibilidades de sobrevivir si no cambiase rápidamente su racionalidad por una nueva, en armonía con los recursos disponibles en la naturaleza. En una nueva racionalidad se favorecería el transporte público sobre el privado, reduciéndose la contaminación; se daría lugar a actividades menos rentables económicamente, pero como el objetivo es una producción social y no la obtención de beneficio monetario los patrones de evaluación serían distintos. Puede ser que los relojes, encendedores, envases y pañales descartables sean más rentables, y de hecho lo son. Pero una producción para los hombres y no para la simple obtención de beneficio hará bienes más durables, reciclables y de impacto ecológico reducido. Una tasa de natalidad reducida, la desconcentración de las grandes urbes serán problemáticas a afrontar también en una sociedad libre de opresores.
La lucha en este tipo de problemáticas se alinea en general en el campo reformista. Participar en ellas requiere del mismo cuidado que la participación en la lucha sindical. Sabemos que son luchas que el sistema las apadrina muchas veces y las estimula para desviar los reclamos sobre la problemática social. Pero no debemos desestimarla ni darle un peso mayor que el que le corresponde. De todos modos la solución no pasa por mantener el sistema ecológico sino por una revolución que acabe de una vez por todas con la explotación, la autoridad y todas las iniquidades que padecen los seres humanos por culpa de los explotadores. Un mundo verde y reciclable, con ballenas contentas y sin humo, pero con explotados y opresores podría ser tanto o más espantoso que este.
El problema
El principal problema ecológico no es la contaminación, la extinción de las ballenas o el agujero de la capa de ozono. Es una razón mucho menos popular a ojos de los ecologistas: es el crecimiento demográfico. Esto se debe a que las poblaciones humanas tienen un crecimiento exponencial, es decir, tienen una tasa de crecimiento. Esa tasa se indica en porcentajes de crecimiento. En poblaciones reducidas ese crecimiento es apenas perceptible, pero no ocurre lo mismo en poblaciones mayores. Esa es la trampa fundamental de este tipo de crecimiento. Imaginemos un estanque con un alga que para reproducirse se duplica una vez al día y en treinta días cubre la totalidad de su superficie. ¿Cómo está el día veintinueve?. Por la mitad. Algo parecido ocurre con las poblaciones humanas. Lo lamentable es que los seres humanos consideran que el día treinta nunca llegará. De todos modos el mundo nunca albergará a tantos seres humanos que terminaremos cayéndonos al mar. Mucho antes de esto la propia naturaleza tomará las medidas necesarias para eliminar el "excedente". Y lamentablemente serán drásticas, tanto que comprometerán todas las formas de vida actualmente existentes. El hambre y las enfermedades serán los reguladores.
El mundo ronda los seis mil millones de habitantes. Cada año se incorporan al mundo cien millones de niños. Se calcula que en unos cuarenta años doblaremos la población mundial actual. El mundo deberá producir el doble de los alimentos que ya produce, consumir el doble de agua, petróleo, casas, etc. Todo esto en un mundo más desertizado, más deforestado, con sus reservas acuíferas comprometidas.
La destrucción
Hoy se extrae el agua del suelo y napas subterráneas más rápido de lo que la naturaleza las repone. Cada vez hay que hacer pozos más profundos y éstos una vez agotados pueden quedar inutilizados. En las llanuras de Ogallala, una zona cerealera de los Estados Unidos, el agua de las napas subterráneas usada para regadíos desciende a un promedio de 1,5 metros por año. En caso de que se agotaran los recursos acuíferos la agricultura norteamericana sufriría un golpe muy fuerte, así como aquellos países que importan cereales de ese país. Esto a ejemplo ilustrativo. Pero la escasez de agua es un problema en casi todas las grandes ciudades de países subdesarrollados, desde Pekín o Bombay hasta Buenos Aires. Y no sólo es escasa sino que aumenta su grado de contaminación. Millones de personas envían sus desperdicios y excrementos a los ríos y al subsuelo, de donde extraerán luego el agua que beberán. A esto debemos agregarle la contaminación industrial.
Otro problema es la desertización. Los abonos químicos son paliativos, pero no una solución a éste problema. Hay quienes sostienen, especialmente desde sectores de la Iglesia, que las reservas de alimentos podrían dar de comer a una población diez veces mayor que la actual. Estas proposiciones formuladas desde la estupidez y la ignorancia pretenden utilizar la totalidad de la superficie del planeta para producir alimentos. Esto es imposible porque implicaría desmontar todos los bosques de la Tierra, con su consecuente catástrofe ecológica. El desmonte forestal tanto para la creación de praderas de pastoreo como para la producción de maderas y papel ha provocado la desertización de gran parte del Amazonas brasileño, más la destrucción de la biodiversidad. Convertimos bosques en papel. Papel para publicar todas las imbecilidades que publican diarios y revistas, para llenar de expedientes los juzgados, para envoltorios de chicles y cigarrillos, para emitir facturas, para cajas de cartón de vino o de televisores. Un diez por ciento del territorio cultivable australiano se convirtió en desierto por obra de la acción humana. La productividad de la llanura pampeana desciende año tras año. Y cada vez hacen falta más alimentos.
Las víctimas
La población mundial hacia 1650 se calcula en unos quinientos millones de habitantes, unos mil millones hacia 1800 y dos mil millones en 1930. De los seis mil millones actuales el 75% son pobres parcial o totalmente. Y unos mil quinientos millones de personas padecen hambre crónica. El aumento demográfico de los próximos años redundará en un fuerte aumento de las tasas de mortalidad. De los cien millones de personas que se incorporan al mundo cada año el 80% son pobres. El aumento de la inmigración legal o ilegal, con el recrudecimiento de la xenofobia tienen aquí una de sus causas.
En la India en los años '70 debido a un desastre en las cosechas murieron 800.000 personas de hambre sólo en sus tres estados más pobres. En Africa tropical se calculaba que para 1980 el 44% de sus habitantes padecían desnutrición y un quinto de la población sufría problemas de salud a causa del hambre. Estas tendencias a la escasez y hambrunas son cíclicas y cada vez más frecuentes, combinadas con convulsiones políticas y genocidios, como los casos de Ruanda, Burundi y Etiopía. Con una tasa de crecimiento poblacional del 2% anual las perspectivas son negras, ya que la producción mundial de cereales lo hace a un ritmo de 0,9% anual.
La mortalidad infantil en Malí es de 175 niños cada mil nacimientos y en Pakistán 120 cada mil. Esta también es la tasa de mortalidad infantil de algunas regiones en las provincias del noroeste argentino. La pobreza es el principal problema de salud mundial y en especial en los países pobres. Las familias numerosas son el único reaseguro de los pobres, porque un alto número de hijos proporciona un mayor número de ingresos en el futuro, pero aumenta también las bocas que alimentar y las tasas de mortalidad. Es un círculo vicioso. La desesperación tanto como la desertización y la baja rentabilidad agrícola impulsan a los campesinos a las ciudades generándose aglomeraciones urbanas, la mayor parte de estas en el Tercer Mundo. Bombay tiene unos 15 millones de habitantes y la mitad de ellos vive en ranchos. Medio millón de personas viven en la calle.
Se objetará que muchas de estas desgracias son evitables con un reparto mejor, más equitativo. Lamentablemente no es así. Si repartiéramos equitativamente los alimentos entre todos los habitantes de la Tierra ya no alcanzarían, según los últimos cálculos. Unos 1.000 millones padecerían una alimentación inadecuada. La igualdad no deja de ser deseable, pero con ella sola no alcanza, al menos hoy en día. Por eso las perspectivas son desalentadoras y la urgencia de un cambio revolucionario se hace cada vez más necesaria, imprescindible. Si no hacemos una revolución que trastoque de raíz la situación actual, lo hará la naturaleza por nosotros, y no quedará mucho para repartir después.
Los victimarios
La explosión demográfica y el deterioro ecológico tienen su origen en el modo de producción capitalista. Cuando surgió el capitalismo industrial las poblaciones comenzaron a aumentar cada vez más rápido. Las condiciones de vida en los siglos XVIII y XIX eran peores en Europa que en muchos países subdesarrollados hoy. Sólo en el siglo XX la calidad de vida del mundo desarrollado pegó un salto nunca antes visto, pero a costa de un mayor deterioro del nivel de vida de los países subdesarrollados.
El capitalismo necesita grandes concentraciones urbanas para desarrollarse, de gente que necesite pagar para satisfacer sus necesidades básicas porque no puede autoabastecerse. La necesidad obliga al trabajador a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas -quienes se quedan con una parte de su producto- y a comprar sus alimentos, vestido, techo, educación y salud en un mercado capitalista al que retorna el magro sueldo obtenido. Cuantos más habitantes tenga un país mayor será la posibilidad de que se conviertan en clientes de cualquier empresa. En un mundo globalizado, con costes de transporte y comunicación cada vez menores, el mercado son todos los habitantes del planeta. Se podría argumentar que es mejor un mercado pequeño y de alto poder adquisitivo como es el caso de Europa, que un mercado gigante y de ingresos magros. Por empezar el poder adquisitivo europeo, norteamericano o japonés se debe a que el resto de los países fueron, son y serán esquilmados por el mundo desarrollado. No vamos a discutir un punto tan obvio y resabido. El desinterés o despreocupación de los empresarios y gobernantes del mundo por la superpoblación se basa en creer que como el progreso ha ido hasta ahora de la mano del crecimiento demográfico, esto siempre será así. Una población mayor implica también más consumidores. Y hasta los más pobres algo consumen -sino no podrían sobrevivir- y ese consumo deja ganancias. Millones de toneladas de cereales, arroz y comidas baratas, millones de encendedores chinos, cigarrillos, alcohol (entre los pobres tal vez más), ropa barata, chapas baratas para las casas, todo barato y de mala calidad, como la calidad de vida de sus consumidores. En el capitalismo todo es mercancía. Una población mayor significa un ejército mayor, es decir, más carne de cañón, más súbditos para gobernar, mayor poder para el Estado y sus gobiernos.
Los economistas consideran beneficioso el crecimiento demográfico y sostienen que los grupos numerosos pueden disfrutar de ventajas colectivas mayores que los grupos pequeños. En 1969 el economista Colin Clarck predijo que la India se convertiría en una década en el país más poderoso de la Tierra en virtud de su crecimiento poblacional. ¿Hace falta un comentario?. A fines del siglo XVIII en Europa hubo una gran demanda de mano de obra infantil. Como consecuencia se estimuló la crianza de hijos porque eran un ingreso extra a las familias paupérrimas, y los capitalistas los preferían por que eran más dóciles y se les pagaba menos que a los adultos. El antropólogo Marvin Harris describe la situación de la siguiente manera: "los niños que antes habrían sido descuidados, abandonados o matados en la infancia gozaron del dudoso privilegio de vivir hasta la edad de entrar a trabajar en una fábrica durante unos años, antes de sucumbir a la tuberculosis."
Como sostiene el demógrafo Paul Ehrlich "el capital busca por todo el mundo mano de obra barata, y el crecimiento demográfico es garantía de que va a sobrar... La mayoría de las personas ignora que, al menos en las naciones ricas, el crecimiento económico constituye la enfermedad y no el remedio". Lo que hoy consideramos como producción genera graves daños al medio ambiente, aunque no figure en la lista de los "costos". Para ellos el horror lo constituye el estancamiento. Por supuesto que en una situación de crecimiento demográfico el estancamiento equivale a empobrecimiento. Pero la sobrecarga del sistema ecológico global tampoco podrá soportar un crecimiento sostenido por muchos años más. En la sociedad prima la racionalidad económica. El sistema necesita de economistas y empresarios, no de demógrafos y ecologistas (estos sólo serán deseables si sus "aportes" aumentan la rentabilidad). Hacen falta consumidores y policías, y no críticos o anarquistas. Pensemos cuántos estudiantes de economía se incorporan a la UBA por año y cuántos de geografía, la única carrera que apenas roza el problema demográfico y el ecológico; la proporción es de 100 a 1.
Racionalidad capitalista
¿Qué es lo que busca un empresario cuando invierte?. Rentabilidad, es decir obtener beneficios económicos. El beneficio económico en el capitalismo puede traducirse como ganancia monetaria. Las empresas que no son rentables tienden a desaparecer, con la excepción de ciertos servicios estratégicos que pueden ser subvencionados por el Estado, como es el caso de los ferrocarriles. La ley de la oferta y la demanda hace que si un producto comience a escasear, su precio aumente, compensando el volumen de ventas menor. Si hay menos árboles, el precio de la madera sube, si el petróleo es más escaso suben los precios de sus derivados. Si la merluza -hace escasos diez años el pescado más barato de la Argentina- escasea por la sobreexplotación, aumenta su precio (en nuestro país subió un 200%). Si los costos de extracción aumentan como ocurre con el agua- que requiere de pozos más profundos, procesos de desalinización y de descontaminación- el precio del servicio sube porque la empresa que lo suministra no estará dispuesta a perder dinero. También si es más rentable envasar gaseosas en botellas de plástico descartables en lugar de utilizar vidrio reciclable, como era antiguamente, no importa el impacto ambiental de miles de toneladas de plástico inservible. Muchos podrán opinar que el Estado por intermedio de leyes puede impedir la contaminación. Es verdad, mientras los consumidores asuman el costo de la reconversión a sistemas menos agresivos con el ecosistema mediante un nuevo aumento de precios. De todos modos lo que importa es obtener un rendimiento inmediato del capital. Si la destrucción de las ballenas por los japoneses o la Amazonia por los deforestadores otorga beneficios, los empresarios no dudarán en hacerlo. Esa es la realidad. De la misma forma no dudan en trasladar sus empresas a las zonas de mayor pobreza a fin de obtener mano de obra más barata. La economía en boga sostiene que los recursos son ilimitados y una vez agotado un recurso siempre surgirá otro para reemplazarlo. Cuando se agotó el carbón de hulla como combustible se utilizó petróleo, luego energía eléctrica y ahora el gas natural. Cuando el petróleo se agote descubriremos algo que lo reemplace. Seguramente, pero nada podrá reemplazar el agua contaminada, los bosques convertidos en desiertos, las especies animales y vegetales extinguidas. Pero las sustituciones no siempre han sido exitosas. La forma de energía más desarrollada, la energía nuclear, ha acarreado tantos problemas como beneficios. La energía hidroeléctrica que se creía inocua provoca graves trastornos medioambientales.
Los capitalistas creen que el crecimiento de beneficios puede ser ilimitado, pero la naturaleza tiene límites y la producción no puede crecer de manera ilimitada. Todos los incrementos en fuerza de trabajo, capital, tierras y recursos que se emplean en la producción constituyen una intensificación. El punto principal es que la intensificación conduce a una disminución del rendimiento y esto provoca una disminución de la calidad de vida humana. Y la única forma de superar este problema es pasar a tecnologías más eficaces. Este es el mecanismo del progreso en el capitalismo. Los cambios tecnológicos son una respuesta a la escasez de recursos, al aumento de población y del costo de vida. Aparentemente el capitalismo de la mano de la ciencia y la tecnología ha ganado la batalla al crecimiento demográfico, a la intensificación y al descenso del rendimiento. Pero es una victoria momentánea. Y sólo para aquellos que no padecen el hambre y las enfermedades que obsequia el sistema a la mayoría. Es una victoria con pies de barro.
La revolución verde en la agricultura es en realidad la incorporación del petróleo, máquinas, fertilizantes, herbicidas y fungicidas e insecticidas a los procesos de producción agrícola. Marvin Harris cita un estudio de David Pimentel, de la Universidad de Cornell, en el que se especifica lo siguiente: "hoy se emplean en EE.UU. 2790 calorías de energía para producir y ofrecer una lata de cereales que contiene 270 calorías. En la actualidad la producción de carne requiere déficits energéticos aún más prodigiosos: 22.000 calorías para producir 100 gramos (que contienen las mismas 270 calorías de la lata de cereales). La naturaleza burbujeante de este modo de producción puede observarse en el hecho de que si el resto del mundo adoptara repentinamente las proporciones energéticas características de la agricultura estadounidense, todas las reservas conocidas de petróleo se agotarían en 11 años." ¿Cuánto puede durar este desequilibrio?. Si pasáramos a tecnologías menos eficaces pero más racionales ecológicamente y no económicamente sobrevendría el hambre. La salida es la hambruna generalizada o la destrucción del ecosistema con mayor intensificación de la producción e inversión tecnológica. A la larga o a la corta todos los caminos conducen a la pobreza y el hambre de la mayoría. Por lo visto, parece imposible conjugar las necesidades del sistema capitalista con el mantenimiento del ecosistema.
Ecología y anarquismo
Se puede ser anarquista y no interesarse de los problemas ecológicos. El anarquismo es una filosofía que no tiene como objeto el conservacionismo, el control demográfico o una conciencia "verde". Su objetivo es la libertad humana, la igualdad y la solidaridad, desterrando la explotación y la autoridad. Pero un sistema comunista libertario sería poco sensato si desconociera la gravedad de los problemas anteriormente expuestos. Es más, no tendría muchas posibilidades de sobrevivir si no cambiase rápidamente su racionalidad por una nueva, en armonía con los recursos disponibles en la naturaleza. En una nueva racionalidad se favorecería el transporte público sobre el privado, reduciéndose la contaminación; se daría lugar a actividades menos rentables económicamente, pero como el objetivo es una producción social y no la obtención de beneficio monetario los patrones de evaluación serían distintos. Puede ser que los relojes, encendedores, envases y pañales descartables sean más rentables, y de hecho lo son. Pero una producción para los hombres y no para la simple obtención de beneficio hará bienes más durables, reciclables y de impacto ecológico reducido. Una tasa de natalidad reducida, la desconcentración de las grandes urbes serán problemáticas a afrontar también en una sociedad libre de opresores.
La lucha en este tipo de problemáticas se alinea en general en el campo reformista. Participar en ellas requiere del mismo cuidado que la participación en la lucha sindical. Sabemos que son luchas que el sistema las apadrina muchas veces y las estimula para desviar los reclamos sobre la problemática social. Pero no debemos desestimarla ni darle un peso mayor que el que le corresponde. De todos modos la solución no pasa por mantener el sistema ecológico sino por una revolución que acabe de una vez por todas con la explotación, la autoridad y todas las iniquidades que padecen los seres humanos por culpa de los explotadores. Un mundo verde y reciclable, con ballenas contentas y sin humo, pero con explotados y opresores podría ser tanto o más espantoso que este.
Patrick Rossineri
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